El proceso de lenta industrialización que vivía y sufría Alicante en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, significó la emergencia y consolidación de una nueva clase social en los enclaves industriales dispersos por la provincia.
Para entender como vivían y gozaban las estas nuevas familias obreras de hace más de 100 años debemos comenzar por recordar en que condiciones trabajaban.
Hija bastarda del mecanismo y la utopía, la ciudad moderna derriba las murallas físicas y sociales del viejo mundo y redefine sus límites, exigiendo más espacio para fábricas de luz o estafetas de telégrafo y teléfono, habilitando mercados, cementerios, casinos, teatros, cinematógrafos…; pero también determina la segmentación social entre el ensanche modernista, dónde los hijos de los nuevos burgueses practican sport en sus flamantes bicicletas; y la toxicidad de los nuevos barrios de la periferia donde los mismos niños con otro apellido, comenzaban a trabajar en casa, en el taller o la fábrica, desde el momento en que tenían suficientes fuerzas para ello, y sabiendo que contaban con una esperanza de vida de 35 años.
“Los barrios obreros alcanzaban densidades de 2.000 y 2.500 habitantes por hectárea, en contraste con los 800 que presentaban las calles burguesas. Para ubicar al mayor número de personas, el arrendatario compartimentaba el inmueble al máximo, cosa que implicaba que una aglomeración de 15 o 20 personas dispusiese de una única letrina”1.
Lo que ahora llamamos Revolución Industrial, supuso por entonces el cambio irreversible y violento en la estructura productiva de campos, fábricas, talleres y casas en los enclaves industriales dispersos por nuestra provincia; lo que explicaría que fuera uno de los lugares donde se produjeron más sólidas manifestaciones de resistencia ante la introducción de maquinaria -luddismo-, el primero por parte de los jornaleros y braceros de la comarca del Comptat en 1821, y el último protagonizada por las cigarreras de la Fábrica de Tabacos de Alicante en febrero de 1908.
Al tratar de concretar los cambios en la esfera productiva de la primera industrialización alicantina, que hemos situado en estos años de cambio de siglo, se observan dos modelos de desarrollo económico diferenciados, apreciando fuertes contrastes entre diferentes comarcas, entre pueblos costeros y los de interior, entre la cabeza de partido y su área de influencia, entre el ámbito rural y el urbano.
A grandes rasgos, por un lado hallamos una mayoría del territorio poblado con gentes altamente dependientes del sector primario sometido a la volatilidad de los mercados agrícolas, a la amenaza permanente de las incertidumbres ambientales como la sequía, la filoxera u otras plagas frente a las que se experimentan agresivos métodos de control-explotación de la tierra, y a una industria de transformación agroalimentaria en manos de la red clientelar controlada por el caciquismo, colaborando en la siembra periódica de paro forzoso2.
Por otro, una población obrera emergente, progresivamente más urbanizada, muestra de un dinamismo económico todavía difuso y asociado a los incipientes focos de propagación industrial [Alcoy-Comptat, Alicante, Elche-Crevillente y Corredor del Vinalopó] y a aquellos sectores, que van consolidando de forma lenta sus procesos de mecanización y especialización productiva a lo largo de esta primera década del siglo XX.
Consustancial a este despegue industrial intermitente, un mercado de trabajo salvaje donde el régimen de trabajo domiciliario predominaba como clara apuesta por un modelo de competencia en base a reducción de costes laborales; es decir, despidos indiscriminados y control de salarios por uso intensivo de mano de obra no cualificada que inundaba las ciudades, oleadas de jornaleros industriales que no hacía ascos a la mano de obra infantil o femenina, y en no pocas ocasiones obligados a trabajar en el interior de las viviendas en condiciones higiénicas peligrosas, por la prohibición de las autoridades locales de poder realizarlo en el exterior, como en el caso de lxs alpargaterxs de Elche y otras poblaciones.
“..el elemento patronal pugnaba por robustecer su respectiva industria, y no lográndolo por la perfección de los procedimientos tecnológicos, hallaba más fácil conseguirlo por la economía de jornales, utilizando el trabajo de las mujeres y tomando a los menores, a bajo precio, una energía indispensable para su desarrollo físico…”3
Esta legitimación de la precariedad laboral, sostenida en base a 13-14 horas de jornada a destajo, extenuantes e insalubres, además de favorecer la continua aparición de brotes epidémicos, admitiéndose oficialmente las primeras enfermedades profesionales, como sucede en 1908 con el antrax, propio de las clasificadoras de trapo de Alcoy y Elche.
A ello habrían que añadir la dificultad adicional de las cíclicas interrupciones en el proceso productivo o los recortes sucesivos de producción en fábricas y talleres de sectores diversos; con lo que la movilidad geográfica-funcional estaba servida, resultando una constante de dinamización social forzada entre el ámbito rural y el urbano.
En definitiva, el trabajo circunstancial y móvil, casi cíclico, la morbilidad epidémica y los episodios de climatología extrema, provocaban el incremento persistente de la desigualdad socioeconómica y la ampliación de los márgenes de subdesarrollo4.
Una clase obrera que en nuestra provincia se comprende mejor en base a la estrecha relación entre la ciudad y el campo, como vemos en la propia composición de los hacinamientos de las periferias urbanas; básicamente trabajadores y familias semi-nómadas, desplazándose de manera más o menos permanente hacia otro enclave industrial-residencial, por las crisis agrícolas, las interrupciones cíclicas del proceso productivo o los recortes forzosos de producción.
Con ello, estos obreros mixtos no solo mantenían un vínculo centrípeto con el sector primario, sino que se veían forzados a la emigración hacia lugares cada vez más alejados alternando diferentes actividades, en lo que se ha calificado como el itinerario de la miseria, y al que hemos de añadirle, un carácter coactivo y político, pues muchos de esos obreros que se veían forzados a emigrar lo hacían porque se les negaba el trabajo por pertenecer a alguna sociedad obrera, porque eran desterrados por haberse atrevido a poner nombres y apellidos a las injusticias a través de la prensa; llevando con ellos la semilla que habrían de volver a plantar en otro lado.
Entre las cadenas migratorias predominantes hacia lugares fuera del país, además de las de ultramar; el Magreb argelino, el mediodía francés o el área metropolitana de Barcelona.
“..más el hambre y la miseria [..] solo pueden ser factores de degeneración y emigración. No se convencen de ello los partidarios de la rebeldía por la miseria ..”5.
Parece claro que este control patronal del proceso productivo, de corte seudo-esclavista determinaba las difíciles circunstancias de vida en los barrios y en las ciudades obreras de la provincia, pero no son suficientes para entender el despertar proletario del primer siglo XX.
Visto el panorama que nos deja la primera industrialización en nuestra provincia, pasaremos a concretar en primera persona del plural, la historia no oficial de las relaciones entre trabajo y ciudad, de la construcción de una nueva identidad colectiva en base a unas redes de sociabilidad cultivadas en circunstancias desfavorables, pero en las que prevalecía el trabajo, el amor, la familia y el ocio.
NOTAS:
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1 FERNANDEZ: Alcoi, julio de 1873. El levantamiento obrero más importante del siglo XIX. 2016. A lo que sumar, o restar en términos de población, la deficiente alimentación, los índices de criminalidad y la falta de saneamiento básico o cualquier otros elemento de planificación urbanística; circunstancias propicias para la sucesión de brotes epidémicos, que según las autoridades oficiales del momento eran responsables de cerca de un tercio de la mortalidad en España. BENEITO: Condicions de vida i salut a Alcoi durant el procés d’industrialització (1830-1950). Univ. Politècnica, València 2003. La Defensa 23-09-1905.
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2Para la sondear las nuevas y agresivas técnicas agropecuarias, incrementadas con el paso de la década y la agudización de la crisis en el agro alicantino. El Pueblo-Alicante 19-02, 07 y 14-05-1908; El Pueblo Monóvar 30-03-1907, 20-06, 25-07 y 11-04-1908; Diario de Alicante 07-09-1909; Unión Republicana 17-03 y 22-09-1906. ARMENGOL: El poder de la influencia. Geografía del caciquismo en España (1875-1923). CEPC, 2001. p.309; VVAA: Historia del Pais Valenciá. Volum V. Edicions 62, Barcelona, 2005. Pag, 149.
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3Memoria general de la Inspección de Trabajo 1908; cit. en MORENO: El movimiento obrero en Elche (1890-1931). Instituto Cultura Juan Gil-Albert, 1987, pp.120-128.
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4Sucesivamente, aparecen noticias sobre el asalto a trenes de mercancías o almacenes, o sobre la aparición de papel moneda falso tan habitual en esos momentos; se suceden las comisiones de sociedades ante las autoridades y las concentraciones de obreros ante la casa del alcalde, para pedir pan y trabajo. La crisis económica y la especulación alimentaria asociada, derivaría en agresiones a vigilantes de consumos, quema de casetas y algunos levantamientos populares importantes, especialmente a lo largo de 1907, en Alcoy, Cocentaina, Callosa de Segura, Villena, Monóvar y sobre todo Alicante, donde se produjeron dos muertos y numerosos heridos.
5 SALUD y Fuerza, nº 4, 1906. Es innegable que estas redes de emigración alicantina, tenían entonces una correspondencia ideológica, como el caso de obreros represaliados que tras algún conflicto laboral local, escogían el lugar de emigración por la influencia anarquista del área de Barcelona o la socialista de Oran. MARTINEZ: Jornaleros de Yecla: Orígenes de la militancia socialista 1900-1928. Universidad Murcia, 1989, p. 291.