Las palabras reproducidas en este simple librito, ven nuevamente la luz del día, después de permanecer en la oscuridad por más de 50 años, escondidas entre los miles de documentos que fueron archivados y depositados en el C.I.R.A (Centre International de Recherches sur l’Anarchisme) de Suiza.
Para mí, estos escritos representan un tesoro olvidado de mis años de juventud, los cuales me traen recuerdos de una inolvidable etapa de mi vida que compartí con una infinidad de personas, la gran mayoría exiliados españoles que lograron escapar al fascismo español y se toparon con el régimen colaboracionista de Vichy en las tierras norte africanas del Magreb. Todos ellos sufrieron infinidad de atrocidades. Un episodio o mejor dicho un capítulo sufrido por esta ola de “indeseables” seres humanos en el que muchos perdieron la vida.
Con el paso de los años, muchos de aquellos exiliados que habían logradosobrevivir a esos duros años, fueron poco a poco dirigiéndose hacia la ciudad costera de Casablanca -Marruecos-, donde se concentró un buen número de idealistas libertarios que traían con ellos deseos de constante progreso cultural, tanto colectivo como individual. Allí cumplieron su sueño de establecer un centro cultural a comienzos de 1959.
Este centro fue la conocida Asociación Cultural “Armonía” de Casablanca que se estableció en la Rue Claude Bernard, y que celebró su primer Certamen Literario en 1960, con ocasión del cual se publicaron los numerosos escritos de los participantes en un boletín.
Dicho boletín se fragmentó en cuatro secciones: Sociología; Poesía; Cuentos, Novelas, Narraciones; y finalmente Teatro.

Lo que aquí se reproduce es una obra de teatro que muchos probablemente criticarán diciendo que no es ninguna obra maestra de la literatura castellana, pero que sí refleja un capítulo de la historia de los exiliados españoles en África del Norte. Esta pieza de teatro fue presentada utilizando el seudónimo de “Rosi” con ocasión a ese primer Certamen Literario, recibiendo su merecido premio; y siendo incorporada en las páginas del primer boletín anual publicado por dicha asociación, acompañada de la siguiente introducción en relación al papel del teatro en la sociedad.
“El teatro ha tomado en la vida social una gran importancia como distracción y no como medio de instruirse. Sin embargo, el teatro enseña y civiliza. […] Es a través de esa intervención que el teatro puede ser el arte representativo de la vida con una verdad y una audacia indiferente a cualquier dogma, teoría, o conveniencia ética o estética, particular o social. Es así como puede ser la más exacta interpretación de la vida popular, el más fiel de sus estados de civilización…”
Esta obra de teatro se titula ¡Que hablen los testigos!, y refleja la agonía sufrida por muchos de los internados en el campo de concentración Hadjerat M.Guil (en el sur Oranés), también conocido con el nombre del Campo de la Muerte.

Para satisfacer mi curiosidad y mis sospechas de quien podía ser la persona detrás del seudónimo “Rosi”, me comunique con varios de los jóvenes acompañantes de aquellos años, para los cuales, los locales de “Armonía” fueron como nuestra segunda casa. Y en menos de un día se confirmó que el autor era el inolvidable compañero José Muñoz Congost, quien también sufrió las penalidades de Hadjerat M.Guil.
Estamos a ocho décadas desde la fecha que concluyó la existencia de este campo de concentración. Hoy, casi ha desaparecido cualquier evidencia que dicha sanguinaria estructura, uno de los ejemplos mayores de crueldad y soberbia humana que jamas hayan existido. Esas atrocidades solamente permanecen ya en la memoria de los hijos de las víctimas que sobrevivieron a esa brutalidad, o en testamentos escondidos entre páginas archivadas.
En honor a todas esas víctimas, tengo el placer de sacar a relucir el texto de esta desconocida obra de teatro que reproduzco en su originalidad, para que el lector pueda apreciar la labor mecanográfica ejecutada conjuntamente por los estudiantes de dichos cursillos nocturnos en los locales de “Armonía”; utilizando maquinas con teclado francés que inevitablemente explica las tildes reflejadas en el texto no correspondiendo con la ortografía española. Una vez dispuestas las diversas páginas, se imprimió el boletín con una duplicadora Gestetner.
Con el objetivo de reflejar los sentimientos y padecimientos dentro de la España fascista de hace más de 60 años, incluyo otro escrito presentado a este Certamen Literario, dentro de la sección de Sociología, el cual recibió el segundo premio. Esta última prosa estaba firmada por Vicente Altamira con el título “Testamento de un joven”.
Expreso mi agradecimiento a la incansable investigadora del exilio español en Argelia, Eliane Ortega Bernabéu, por facilitar las numerosas fotografías que incorporo en las páginas de este sencillo librito.
Deseo también agradecer a Víctor Pérez por revisar este escrito y sugerir algunos puntos de clarificación. Finalmente me corresponde retribuir a Rosita Muñoz Pastor hija mayor del compañero Congost, por ayudar a clarificar y confirmar que su padre es el autor de la obra de teatro “Que hablen los testigos”, y que su padre utilizaba el diminutivo del nombre de su compañera como seudónimo en numerosas ocasiones. Víctor y Rosita fueron dos de esos jóvenes de aquellos años de mi juventud en el exilio Norte Africano.
Vicente Ruiz (hijo)
Melbourne – Octubre 2022