El proceso histórico por el que los obreros asalariados organizados decidieron que se bastarían ellos mismos para solucionar sus problemas, es decir, la aparición del proletariado como clase, se extiende en tierras alicantinas durante todo el siglo XIX, parte del XX, y en cierta manera sigue hoy día. Este escrito, cedido con desprendimiento por Miguel Amorós1, alude a la necesidad de entender la historia social, desde el principio, para poder defenderla, y es una invitación a la consideración de las implicaciones del liberalismo, el republicanismo y del federalismo en la tradición societaria decimonónica, atmósfera respirada por aquellos que lucharon por difundir las primeras ideas del socialismo y la libertad en nuestra provincia.

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El periodo societario del proletariado alicantino en el último cuarto del siglo XIX se corresponde con un buen momento de la burguesía alicantina, pues fue una época de grandes negocios, principalmente debido a la construcción del ensanche de la ciudad y de algunos barrios populares, al desarrollo industrial favorecido por el uso del petróleo como fuente de energía y a la exportación de vinos. La ciudad se modernizó a marchas forzadas: alumbrado de gas, líneas telefónicas, tranvía, y numerosos edificios públicos. Se construyó además el ferrocarril Alicante-Murcia y la carretera de Alcoy por La Carrasqueta, ampliando así su radio de acción comercial. Al acabar el siglo era la ciudad mayor de la provincia, sobrepasando los 50.000 habitantes.

Después de la fallida experiencia republicana de 1873 la burguesía de Alicante se moderó alejándose del federalismo y aplaudiendo la restauración monárquica. En cuanto a los obreros, la Monarquía no podía permitir el cuestionamiento de la propiedad privada, por lo que solamente fueron autorizadas o toleradas las sociedades de tipo mutualista o cooperativo, aunque con la aprobación en 1887 de una ley de asociaciones la “resistencia” –lo que treinta años más tarde se llamaría acción sindical- pudo ser de nuevo posible. Dos ideologías netamente proletarias, el anarquismo y el socialismo democrático, pudieron extenderse con menos trabas por los medios obreros asociativos, sin conseguir marginar la influencia republicana hasta después de los acontecimientos de la Semana Trágica y la organización de verdaderos sindicatos.

El periodo societario que nos concierne fue precedido por un largo proceso que empezó con la disolución de las reglas tradicionales que protegían el mundo del trabajo en el Antiguo Régimen, con la propiedad privada de los medios de producción y con la implantación de la fábrica; siguió con la mecanización y la descalificación de la mano de obra; y terminó con la caída de los salarios, el trabajo de mujeres y niños y la emigración. El conjunto de tales transformaciones condujo a la conversión de Alicante en un centro del mercado nacional e internacional, y, paralelamente, a la formación de la clase obrera alicantina, de cuya conciencia histórica la idea de asociación fue la muestra más elemental.

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A finales del siglo XVIII, Alicante era una plaza militar amurallada donde se apretujaban 20.000 vecinos, a la que el comercio con las colonias americanas había acarreado una cierta prosperidad. En 1801 empezó a funcionar la Fábrica de Tabaco con mujeres de los pueblos cercanos, y en los años siguientes abrieron sus puertas hasta 21 manufacturas. Aunque desde ese momento ya podemos hablar de trabajadores asalariados modernos, es decir, de trabajadores sin oficio, “a jornal”, el sistema fabril no era ni de lejos, el modo productivo dominante.

La mayoría del trabajo transcurría a domicilio o en talleres artesanales, regulado y defendido por gremios y hermandades. En Alicante el oficio más numeroso era el de la gente de mar, los “mareantes”, y a continuación, el de carpinteros, carreteros, toneleros, sastres, zapateros, albañiles, cordeleros, embaladores y canteros. La burguesía alicantina era ante todo comercial y de negocios, sin lazos especiales con la burguesía industrial alcoyana, pero sí en cambio, vinculada a los terratenientes provinciales.

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Políticamente era liberal y extremista. Había acogido con entusiasmo la constitución de 1812; en 1823 había sido la última en rendirse al a las tropas francesas venidas a restablecer el absolutismo; en 1834 había sido de las primeras en crear una milicia urbana; en 1840 había apoyado a los progresistas “trinitarios” contra la regencia de Espartero; en 1844 se había levantado contra el régimen moderado; en 1848 había protagonizado un intento de asalto al Castillo de Santa Bárbara y en 1854 había contribuido al desenlace positivo de la Vicalvarada, que inauguró el Bienio Progresista. Doceañista, exaltada, progresista y finalmente demócrata republicana, la burguesía local mostraba una vitalidad y una determinación remarcables, sin desmoralizarse por dos largas décadas de estancamiento, del que la sacaron la ampliación del puerto, la declaración de puerto de interés general, el derribo de las murallas y el ferrocarril Alicante-Madrid, o sea, su nueva condición de ciudad abierta.

Sin embargo, la bonanza económica no duró demasiado y la década del sesenta discurrió en mitad de una crisis económica que afectó enormemente a las “clases proletarias”, derrumbándose los jornales, desbordándose la beneficencia pública y poblándose las plazas y calles de parados mendigando comida o trabajo.

El proletariado, tras la disolución de los gremios, conservó alrededor de los oficios una estructura asociativa informal destinada a la previsión, los montepíos, aunque no hay que desdeñar la pervivencia de alguna organización gremial, como por ejemplo el gremio de los mareantes (la cofradía de pescadores), que todavía subsistía en 1841 aunque sin los privilegios de antaño. Al perder los gremios el control de la producción y la calidad, el aprendizaje del oficio, el monopolio del trabajo y demás atribuciones, todo ello merced al real decreto del 24 de enero de 1834 que proclamaba la “libertad de industria”, el capital adquiría un papel preponderante. Los maestros artesanos que no podían convertirse en capitalistas tenían que trabajar para aquellos que si disponían de capital para contratar oficiales y comprar materias primas, herramientas y maquinaria. Por otra parte, en su oficio podían trabajar incluso jornaleros sin formación y aprendices, quienes competían con ellos al aceptar salarios bajos.

internacional_socialista_trabajadoresEra la época en que llegaban a la ciudad inmigrantes del campo para trabajar a jornal en los muelles, almacenes, obras municipales, ferrocarril, construcción, serrerías, servicio doméstico, etc. El oficio se desvalorizaba a marchas forzadas y el precio del trabajo, es decir, el salario, disminuía tanto que obligaba a los obreros artesanos a llevar un régimen de vida que rozaba la miseria. Los tejedores, sogueros, alpargateros y toneleros solían trabajar por cuenta de “traficantes”, a menudo del oficio, que les suministraban las materias primas necesarias y pagaban el producto acabado al menor precio posible.

El Código Penal de 1848, magna obra de la burguesía liberal moderada, de indudable marchamo autoritario, condenaba expresamente “la coligación para encarecer o abaratar abusivamente el precio del trabajo”, pero, en general, la autoridad toleraba perfectamente el abaratamiento de los salarios y en cambio prohibía cualquier inteligencia para controlar el oficio, la contratación, el horario, la productividad o la retribución, y tampoco preveía organismos de mediación en caso de conflicto, dejando las puertas abiertas a la libre explotación. La asociación con fines de “resistencia” se consideraba delito, igual que la huelga o el motín, estableciéndose castigos duros para el caso. la-huelga

Si a ello añadimos un marco de crisis cíclica y una oferta de mano de obra que superaba con creces la demanda, ni que decir tiene que la condición obrera se degradó en pocos años de forma preocupante. Los trabajadores empobrecidos y hambrientos sobrevivían en pésimas condiciones gracias a la beneficencia pública, una vil institución del estilo de las workhouses inglesas. Al morir de sus huérfanos se hacía cargo en Alicante La Casa de la Misericordia.

La clase obrera alicantina, dividida entre trabajadores de oficio y simples proletarios, oprimida, desorganizada y sin dirección propia, apostó entonces por la facción más radical de la burguesía, la que reconocía sus “derechos” al menos de palabra (derecho de asociación, de negociación, de protección y ayuda, control del aprendizaje…). El elemento más consciente de las “clases bajas” alicantinas, los obreros de oficio, confluyó con las clases medias que constituían la base social del Partido Demócrata, organizado en Alicante durante el Bienio Progresista.

Todavía no se daban, al contrario de lo que pasaba en Alcoy o en Barcelona, las condiciones de una identidad específica de clase. Para los “demócratas”, el trabajo, en el sentido burgués, era el fundamento del progreso de la nación, el creador de toda la riqueza del país, lo que colocaba a los obreros y los patronos en el mismo plano, con idénticos intereses. Según ellos, la explotación derivaba menos de la propiedad que de la insuficiencia de derechos políticos. El proletario no estaba inscrito en el censo, y por lo tanto, no podía votar, ni apuntarse a la Milicia Nacional, ni ser elegido para cargo público alguno. La desigualdad ante la ley originaba privilegios y tiranía, contra lo que debía luchar en tanto que “patriota” y defensor de la “causa de la libertad”; los clubes demócratas eran el lugar indicado.

Conscientes de la fuerza política de unas masas obreras votantes, los demócratas se plantearon su educación y formación; predicaban que la cultura era el arma más eficaz para el bienestar obrero. Cuando crearon en 1864 el Círculo de Artesanos con fines propagandísticos y de conspiración, no descuidaron uno de sus objetivos públicos confesos, el de fomentar “el desarrollo intelectual y moral de la clase jornalera”, y en efecto, en sus dependencias se impartieron clases gratuitas a artesanos y obreros, que igualmente fueron ilustrados con conferencias sobre temas sociales. El Círculo guardaba relaciones con sus pares, el Círculo Popular de Elche y el Círculo Democrático de Alcoy, y sobre todo con su modelo, el Fomento de las Artes de Madrid, institución donde por primera vez habló el enviado de Bakunin a la península, Fanelli, de la Asociación Internacional de Trabajadores.

La radicalización de los demócratas alicantinos fue rápida; en vísperas de la revolución de septiembre de 1868 que derrocaría a Isabel II todos se habían vuelto republicanos; en octubre el mismo Círculo de Artesanos se fusionó con la sociedad patriótica de “Los Amigos de la Libertad” para crear en la capital el Partido Republicano.

E00_huelgasl 1º de noviembre salió a la luz su órgano de propaganda, el diario “La Revolución”, quien en su artículo de presentación ofrecía la República como remedio universal de todos los problemas comerciales, crediticios, industriales y obreros. La emancipación política de los trabajadores mediante el ejercicio pleno de sus derechos era la clave de su emancipación social y económica. La soberanía popular, la igualdad ante la ley y el sufragio universal serían los principios constituyentes de tal liberación, eso sí, ayudados por medidas que tocaban más de cerca de los trabajadores, como por ejemplo la abolición de los consumos, monopolios y arbitrios que encarecían los alimentos, o la supresión de las quintas y matrículas de mar. La República prometía solucionar la espantosa miseria de los “hijos del trabajo” tratando de satisfacer sus necesidades, pero la liberación de la esclavitud del trabajo asalariado sería más bien cosa de la cooperación. La vinculación de los republicanos con el fenómeno obrerista fue innegable: en el Club Republicano Federalista “Los Radicales” de la calle Teatinos de Alicante, fundado en abril de 1869, donde convivían artesanos y jornaleros con tenderos, comerciantes, campesinos ilustrados y pequeños burgueses, la instrucción obrera y la lucha contra la miseria tenía mayor prioridad. El portavoz radical “La Revolución” incrementó su obrerismo estableciendo contactos con el Centro Federal de Sociedades Obreras de Barcelona y reproduciendo el manifiesto de aquél dirigido a los proletarios de todos los países2.

En verdad, el Centro Federal propugnaba la igualdad política y la económica como fundamentos de la libertad, consagrando las sociedades cooperativas como el único instrumento liberador de la esclavitud del trabajo asalariado, cosa que no contradecía el programa interclasista republicano. Al poco de la inauguración de “Los Radicales” se celebraron reuniones con el objeto de crear una cooperativa obrera, que en abril de 1870 quedó organizada con el nombre de “Sociedad Cooperativa y de Protección del Arte”, en cuya directiva figuraban un carpintero y un cerrajero. Asimismo, “La Revolución” hablaba de “socialismo” e informaba de los congresos de la AIT en París y Bruselas.

Por otro lado las graves divergencias entre la dirección central del partido y las organizaciones provinciales, recelosas de los compromisos políticos con los monárquicos y del aplazamiento del programa federalista, exasperaron a los republicanos más intransigentes, quienes protagonizaron en octubre una insurrección liquidada con fusilamientos de insignes figuras (p. e., Froilán de Carvajal) el republicanismo alicantino se dividió irreversiblemente en dos partes enfrentadas. Una de ellas, la más conscientemente burguesa, se escudaba en la integridad nacional, desaprobando el federalismo y condenando los métodos insurreccionales; la otra, populista, defendía el pactismo en sus consecuencias más extremas como la separación: la República tenía que constituirse desde los municipios libres e independientes, por medio de pactos “conmutativos y sinalagmáticos”, según la fórmula de Pi y Margall, y recurriendo a la insurrección si era preciso.

Pero lo que de verdad marcaba diferencias era la cuestión obrera. En octubre de 1870 una propuesta de empleo institucional como paliativo de la situación miserable del proletariado en “La Revolución” se tradujo en un ataque por parte del rival “La República Española” contra “el derecho al trabajo”, “ese absurdo económico, esa mentira científica que es al mismo tiempo una máxima perturbadora y antiliberal.”

Lcantonalistas-en-torrevieja_04-10-873a burguesía alicantina se separaba definitivamente del federalismo y rechazaba cualquier vinculación con los obreros, dejando a éstos preparados para recibir y asimilar el mensaje internacionalista, máxime teniendo en cuenta que el Consejo Federal de la Federación Regional Española de la AIT tenía su sede en la vecina Alcoy. Las noticias de la Comuna de París y la huelga insurreccional alcoyana conocida como “el Petrolio” pusieron punto y final a cualquier veleidad obrerista o “socialista” en el campo burgués. Por su parte, la revuelta cantonal condujo directamente a la disgregación del partido republicano y al derrumbamiento de la propia República, por lo que la burguesía decidió en bien de sus intereses de clase la vuelta del régimen monárquico.

Los trabajadores alicantinos habían recorrido el primer tramo de su formación política de la mano de la burguesía, arrastrados por su facción extrema, a través de la cual les llegaron las ideas internacionalistas. El siguiente paso fue el deslinde de campos, no simplemente del republicanismo federal, sino de su sector radical e insurreccionalista.

sucesos-alcoyAl proclamarse la República el 11 de febrero de 1873, el programa internacionalista ya no se contentaba con exigir una completa descentralización, sino que pedía la destrucción de todos los poderes autoritarios, no teniendo como meta una redistribución de la propiedad cualquiera o un control del trabajo, sino la abolición de la propiedad privada, el colectivismo y la anarquía. En Alicante llegó a existir una pequeña sección local de la FRE, demasiado débil para enviar delegados a los Congresos, perseguida tras el fallido Cantón de Alicante, que solamente duró tres días (del 20 al 23 de julio de 1873.) Su secretario fue el tonelero Antonio Jornet Bernabeu3, republicano federal intransigente y masón, que acogió al sombrerero internacionalista Lino Antón cuando en septiembre de 1873 se refugió en Alicante huyendo de Barcelona4.

Antón trabajó con Jornet en la reorganización de la federación local, pero ésta no aguantó más allá de abril del año siguiente, debido a las dificultades crecientes que originaba la falta de medios para auxiliar a presos y represaliados. La represión que siguió al golpe de Pavía puso punto final a la sección. Los obreros internacionalistas pasaron a la clandestinidad, aunque no permanecieron inactivos.

Fueron los años en que las ideas anarquistas fructificaron entre la clase obrera alicantina, como demuestra la existencia en 1881 de una Sociedad de Obreros afiliada a la FETRE, organización continuadora de la labor de la Internacional.

Miguel Amorós

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NOTAS:

1[NdE] Este escrito fue solicitado al autor sin formulismos ni formalidades por la distribuidora Maldecap y la Asociación Alacant Obrer para el prólogo de un libro sobre el movimiento obrero alicantino que está próximo a editarse. Necesidades de composición no permitieron incluirlo por cuestiones ajenas a su calidad, por lo cual, se ha acordado hacerlo como introducción a los que, sobre la historia del movimiento obrero alicantino, se incluyen en esta sección. Nuestro agradecimiento por su generosidad.

2[NdE] Fundador y editor de La Revolución fue José Marcili y Oliver, destacado publicista local que en octubre de 1849, ya había sido director de El Avisador Alicantino, conocido como El Alicantino y en noviembre de 1859 fundador del rotativo local El Porvenir. Su actividad política consta desde 1865, como presidente del Comité Democrático de Alicante y por entonces solía pronunciar encendidos discursos en el Círculo de Artesanos de la calle san Francisco, fundando a continuación el Club republicano Federal “Los Radicales”, del que era segundo el conquense Froilán Carvajal, ambos cercanos al socialismo. En octubre de 1868 formó en la efímera Junta Revolucionaria de Alicante, por lo que sería encarcelado y juzgado el 10-12-1868 acusado de conspiración a la rebelión. De nuevo sería preso al final del Sexenio democrático, tras ser elegido concejal en febrero de 1873, ya que en el otoño es encerrado en el castillo de santa Bárbara durante 2 meses por supuesta vulneración de la libertad religiosa. Tras la caída republicana se dedica a tareas editoriales en su imprenta de la calle de san Fernando, hasta su fallecimiento en Alicante el 18 de marzo de 1880.

3[NdE] Jornet, desde principios de 1870, aparece como próspero comerciante de maderas que tenía su almacén en el número 12 de la plaza de San Francisco, donde también tenía su casa. No debió de irle mal, ya que llegará a ejercer como contador de la Cámara de Comercio en 1890. Conocida es su larga vinculación con la masonería de la capital y su perfil de caracterizado federalista que ocupó en los años del cambio de siglo diversos cargos a nivel local, provincial y regional. También consta como fundador de círculos republicano-federales en Elx y Alacant. En noviembre de 1904 cogió un barco hacia Barcelona donde fijó su residencia.

4[NdE] Antón abrió un establecimiento de sombrerería y flores francesas de teatro en el número 11 de la calle Mayor de Alicante, y parece que tenía inclinaciones poéticas. Fue elegido secretario del comité Federal pactista local, 1881, y poco después aparece también en el comité local del partido democrático-progresista, 1882. Perteneció a la redacción del periódico federalista Las Germanías [1882-1884] y fue uno de los iniciadores del Ateneo Autonomista en 1882.



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