Este libro que tienes entre las manos supone, entre otras cosas que iremos señalando, un soplo de aire fresco en las apolilladas historias del movimiento obrero en nuestro país. A pesar de su brevedad, el relato consigue una intensidad que suple con creces al mamotreto que nos ofrecen las historias convencionales.
Por regla general, las historias del movimiento obrero español ―salvo honrosas excepciones, algunas de las cuales aprovecha el autor con notable habilidad para sustentar su relato― se limitan a analizar los cuerpos fosilizados de las instituciones obreras, lo cual es mucho más sencillo ―y sobre todo mucho más seguro para su carrera universitaria― que seguir pacientemente las huellas de aquellos que contribuyeron a crear las bases de organizaciones obreras dispuestas a enfrentarse directamente a la explotación del capital y a la represión brutal del Estado. El hecho es que a pesar de los esfuerzos de algunos pioneros1 por sacar a la luz las fuentes históricas del movimiento obrero, ―especialmente su prensa y sus ediciones, pero también sus fuentes de archivo― lo cierto es que seguimos careciendo de listados generales de la prensa obrera o de una bibliografía más o menos exhaustiva de los libros y folletos editados por las organizaciones obreras. Por ello, el estudio se ha limitado a las superestructuras creadas por los trabajadores: FRE, FTRE, UGT, CNT, etc., pero desconocemos casi por completo, la base organizativa obrera, es decir las secciones de oficio y, por ende, las federaciones o uniones de oficio, así como la forma de relacionarse entre sí, sus actividades culturales o la forma de funcionamiento de estas organizaciones de base, lo cual significa que desconocemos casi por completo la historia del movimiento obrero en este país.
Por otro lado, la fe de algunos historiadores en los aspectos cuantitativos se acerca a la obsesión religiosa; por ejemplo, se llevan a cabo odiosas comparaciones entre el desarrollo de la prensa obrera en nuestro país, y el volumen alcanzado por la misma en otros países de Europa, especialmente Alemania e Inglaterra, constatando, como no podía ser menos, que el movimiento obrero español estaba a años luz del desarrollo alcanzado en aquéllos. De ese modo, se evita cuidadosamente entrar en los aspectos cualitativos del movimiento y profundizar en las abismales diferencias que existían entre los distintos movimientos obreros europeos por lo que se refiere a sus objetivos, al mismo tiempo que se cubre con un estúpido velo la profunda ignorancia que se tiene de los mismos y muy especialmente del movimiento obrero español.
El artífice de este ensayo sobre el movimiento obrero en Alicante y su provincia se distancia de forma notable de las historias al uso y con gran paciencia y un rigor poco usual va siguiendo la pista de las diferentes organizaciones obreras que se fueron constituyendo en el territorio alicantino. Iniciando su andadura en Alcoy y la comarca de El Comtat, que como ya es bien sabido y seguramente aprovechando su especial orografía, alcanzaron en el siglo XIX un alto nivel industrial: textil, calzado, papel y otras industrias auxiliares fueron moteando el paisaje de ambas comarcas y estableciendo una relación muy estrecha con la otra zona más industrializada del país: Cataluña, especialmente Barcelona y su provincia, hasta el punto de establecer estrechas relaciones que se mantendrían durante largo tiempo, no sólo entre los industriales, sino también y quizá con mayor eficacia entre las organizaciones obreras.
Después de señalar los inicios heroicos de los primeros internacionalistas en las comarcas citadas y dar cuenta de la cruenta represión tras el golpe de Estado de Pavía, en enero de 1874, y la puesta fuera de la ley de la FRE, el autor sigue rastreando los rescoldos de la organización que se fue recuperando en los últimos años del siglo XIX, especialmente a partir de los sucesos de Chicago de 1886 y la agitación producida con el establecimiento de la jornada reivindicativa del 1º de mayo, la primera de las cuales se produjo en 1890, con gran participación de los obreros en muchos puntos del territorio alicantino.
Pero la gran eclosión de las organizaciones obreras societarias se produciría en los albores del siglo XX, tras la infamia que supuso el llamado proceso de Montjuïc, así como también los grupos de afinidad anarquista que se extenderían como mancha de aceite por toda la geografía peninsular, los cuales llevaron a cabo una intensa labor en Alicante y su provincia, hasta la constitución de la organización Solidaridad Obrera en Barcelona, en 1907, que pronto se extendería al resto del país. Creo que el autor señala con acierto las pugnas en el seno de las sociedades obreras entre socialistas, anarquistas y republicanos, para tratar de orientarlas según sus particulares estrategias. Con la fundación de la CNT en 1910 y sus repercusiones en el territorio alicantino el autor da por finalizado su trabajo ―esperemos que por el momento.
Es de destacar la labor casi detectivesca que el autor lleva a cabo para seguir la trayectoria de los grupos de afinidad en la provincia de Alicante, como el grupo Ser o no Ser de Elche, Rebelde en Acción de la misma localidad, etc., lo cual era absolutamente necesario, ya que supusieron un elemento esencial en la consolidación y extensión del sindicato de acción directa.
Como ejemplo de todo lo anteriormente expuesto, se analiza una de las organizaciones más importantes de esa última época, definida así por el autor: «la sociedad de zapateros La Racional, ligado al curso del Vinalopó, es uno de los mejores ejemplos del cambio y asimilación de los principios confederales en el primer siglo XX, ilustrativo del tránsito del societarismo de resistencia al sindicalismo revolucionario, de camino al sindicato unificado» (p. 48). Detectando, sorprendentemente al anarquista gallego Antonio Loredo2, probablemente uno de los anarquistas más activos de esta época, el cual, junto con Eusebio Carbó, se desplazó a Elda para consolidar el proyecto de La Racional y fundando Loredo en esa localidad el periódico La Guerra Social, que cubrió un importante objetivo como órgano de la federación de grupos anarquistas y del que más tarde se haría cargo Eusebio Carbó.
Por último el autor no duda en adentrarse en uno de los aspectos de nuestra historia que más claroscuros presenta: El verano rojo de 1909, presentándolo de esta manera: «Tras la Semana Trágica de Barcelona, se esconden al menos tres mentiras. Ni duró una semana, ni aconteció sólo en Barcelona; y aun siendo trágicas las circunstancias; no es este al adjetivo que mejor nombra los hechos.» (p. 57). A continuación nos ofrece un relato pormenorizado de los sucesos que confirman plenamente sus argumentaciones en torno a los acontecimientos de aquel caluroso verano.
El libro incluye una serie de imágenes e ilustraciones perfectamente adaptadas al relato de los hechos, que lo enriquecen extraordinariamente.
En resumidas cuentas un gran trabajo de investigación, utilizando una nutrida bibliografía específica del tema y, sobre todo, una profunda revisión de la prensa de todos los matices para cubrir las lagunas que no llegan a cubrir otras fuentes documentales.
Paco Madrid
NOTAS:
1Se podría señalar a Max Nettlau, Renée Lamberet, Víctor Manuel Arbeloa, Luís Moreno y quizá alguno más que en este momento se me escapa. Todos ellos han llevado a cabo estudios sobre las fuentes hemerográficas o bibliográficas del movimiento obrero e incluso Luis Moreno se atrevió a intentar un estudio sobre sus fuentes archivísticas, pero lamentablemente no han gozado de un amplio eco y mucho menos de seguidores que acometieran este necesario trabajo para emprender una historia en profundidad del movimiento obrero.
2Si nada se interpone, dentro de poco tiempo se editará una antología muy completa de Antonio Loredo, el anarquista que más veces cruzó el charco… por cuenta del Estado. NdE: Ver, MADRID: Mis palabras son mi vida. Antología de Antonio Loredo. La Malatesta, Madrid, 2013.
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