Decir que Frankenstein ataca los convencionalismos sociales de principios del siglo XIX es quedarse corto. Como veremos, la novela incorpora también un meta-relato de conspiradores, renegados y proscritos, que nos remite a las primeras sociedades secretas, y a los orígenes clandestinos de la lucha obrera.


Frankenstein recorre todo un periodo de la historia, que abarca desde el principio de la Revolución Francesa hasta la caída de Napoleón y la Restauración de las monarquías absolutistas. El resultado era una Europa devastada por las guerras, que dejaban un millón de muertos.

El subtítulo utilizado por Mary Shelley [MS], El Moderno Prometeo, bien podría haberse sustituido por El Prometeo Caído, por el tono dantesco y decadente de la novela y por las alusiones al periodo pos-napoleónico.

Con la caída de Bonaparte, parecían apagarse también los últimos rescoldos del sueño revolucionario. Una revolución que había encumbrado a un coloso, en el que muchos veían al héroe prometéico con final trágico. Un final en el que muchos han visto paralelismos con el final de Frankenstein, con Víctor muriendo de frio y agotamiento, y su Criatura suicidándose en los hielos del ártico; que se ha interpretado como una alusión a la debacle de la Grande Armèe en la campaña de Rusia, 1812.

Some weeks before this period I had procured a sledge and dogs, and thus traversed the snows with inconceivable speed. I know not whether the fiend possessed the same advantages…”1

Al parecer, MS se documentó a fondo sobre la caída de Napoleón, y por ejemplo en 1815 leyó a Eugène Labaum, Relation circonstanciée de la campagne de Russie, novela traducida a varios idiomas, donde el capitán Labaum narraba el infierno helado que atravesaron los supervivientes de la armada francesa en su retirada. Quizás alguien le contara alguna vez, que allí también murió un buen amigo de su madre, Joel Barlow, en diciembre de 1812.

Los Shelley también se documentaron sobre el terreno aprovechando sus viajes al continente. Tomando la Revolución francesa como un misterio no resuelto, Percy y Mary no solo se empaparon de toda la literatura generada en torno al asunto, a favor y en contra; sino que pasaron en varias ocasiones por Francia, donde recorrían lugares históricos.

Así, durante su primer viaje en 1814, los Shelley se detuvieron en algunos pueblos que habían sido escenario de episodios bélicos como Echemines; y aunque esperaban encontrar una sociedad avanzada, que llevaba años viviendo la revolución, solo encontraron un lugar arrasado por la guerra, y gente que solo pensaba en sobrevivir. La aurora entre las ruinas.

He had carried off their store of winter food [..] he had harnessed them, and the same night, to the joy of the horror-struck villagers, had pursued his journey.”2

Bonaparte tuvo una legión de fieles seguidores. Un ejemplo lo encontramos en el poeta Vincenzo Monti, al que MS citó en The Lives of the Most Eminent Literary and Scientific Men (1829–1846), y que le sirvió de ejemplo del entusiasmo generado por la figura de Napoleón a su llegada a Italia. De hecho, Monti acabó redactando un poema en 1797 con el motivo de Prometeo, donde identificaba a la Libertad republicana como una ..madre de héroes que sacude las cadenas que ataban a Ausonia, y enjugan las lágrimas de la Europa universal.

Un sentimiento compartido por el mismo Beethoven, quien había recurrido al mito griego para dar nombre a una de sus primeras obras, Las Criaturas de Prometeo, 1801. De nuevo recuperó esta misma temática en su 3ª sinfonía en la que, fuertemente impactado por los acontecimientos, decidió dedicársela a Napoleón. También otra eminencia de la época como Henry de Saint Simón le dedicó en 1813 su Mémoire sur la science de l’homme, donde proponía un modelo de organización territorial para toda la sociedad Europea.

…si la nación francesa hubiera estado preparada para la gran tarea de educarse para el auto-gobierno, […] otro desenlace a este drama nacional que el de la apoteosis de la tiranía individual en la persona de Napoleón, podría haber contribuido a la solución de este gran problema social. Pero Francia, poseída por una fuerza bruta terrible y todas las pasiones vengativas nacidas de la opresión, se parecía al monstruo de la Sra. Shelley.”3

Por supuesto, no todo fueron alabanzas, y algunos como Goethe le cogieron algo de manía. Para él, Prometeo era el símbolo por excelencia de la afirmación del individuo; pero la reiterada asociación de Napoleón con Prometeo, le llevó a sustituirlo por Epitemeo.

Otro tanto sucedió con el socialista Charles Fourier, quien allá por 1800 escribió en la prensa de Lyon varios artículos sobre cuestiones internacionales que llamaron la atención de la censura y del propio Napoleón. Mas tarde, 1808, recurriría a éste para que respaldara su primer libro, Théorie des quatre mouvements, pero el gran hombre hizo oídos sordos. Poco después se volvería un activo opositor, adscrito al círculo de disidencias de Mme de Staël, conocida por el sobrenombre de la Anti-Napoleón, y que solía afirmar que Bonaparte no un ser humano, era un sistema.

En plena redacción de Frankenstein, MS leyó el Manuscrit venu de Ste Hélène d’une manière inconnue, memorias aprócrifas de Napoleón que fueron una sensación en 1817. Su autor fue Lullin de Châteauvieux, ex-militar y agrónomo, que era un habitual de las reuniones en el Castillo de Coppet, que dieron nombre al grupo de intelectuales y conspiradores que se reunían en torno a Mme de Staël; como Benjamín Constant, Sismondi o el Duque de Montmercy. En aquel verano de 1816, al menos Byron y Polidori habrían visitado aquel lugar en diversas ocasiones.

Los herreros súbditos de Prometeo fabrican instrumentos de progreso, pero fundamentalmente fabrican instrumentos de dominio, armas para la guerra..”4

En el marco de la corriente liberal universalista, que personalizamos en Goethe, la nueva versión de Prometeo que encarnaba Bonaparte, no sólo representaba al héroe del saber, sino al soberano absoluto. Un Prometeo Demiurgo, belicoso y manipulador, que se regía por los principios de la racionalidad técnica, pero también por un irrefrenable deseo de gloria y poder, pugnando como Prometeo por animar con el fuego del cielo a hombres fabricados en su delirio. Una imagen que nos remite en la novela de MS, al explorador Walton o a Víctor.

Varios fueron los que, tomando las debidas precauciones en forma de seudónimo, se atrevieron a sacarle los colores al emperador, como hizo un tal Nicolás Bugnet, quien publicó en 1809 una obra con tintes de utopía satírica, La Philosophie du Ruvarebohni, pays dont la découverte semble d’un grand intérêt pour l’homme. En ella, Napoleón se había transformado en un libertador socialista que renunciaba al poder tras concluir su obra, y decidía vivir entre la plebe como uno más, convertido en un dechado de virtud. Ni que decir tiene, que la edición fue perseguida.

Para muchos, Napoleón se había transformado en un dictador republicano, arrogándose el papel de héroe colonialista que recorría el mundo con una misión civilizadora; pero que acabó domado y amarrado a la roca de la isla de Santa Elena, donde fue deportado en 1815. Ésta era más o menos la opinión de Percy Shelley en Feelings of a Republican in the fall of Bonapart, donde decía que tan solo era un pirata con galones. En verdad, Percy nunca le perdonó el asesinato a traición de Toussaint l’Ouverture, insurgente haitiano.

..Bonaparte es una persona a la que tengo gran rechazo; para mí es un ser odioso y despreciable. Inducido por la ambición más grosera y vulgar a producir actos que sólo difieren de aquellos de los piratas, por el número de hombres y la cantidad de recursos bajo su mando”5

No muy lejos de Shelley encontramos a Byron, al que muchos evocan con la pluma en una mano y la espada en la otra, quien a través de sus poemas veía en Bonaparte al Prometeo de voluntad inquebrantable, altivo incluso ante su destino fatal. Así lo plasmó en el Manfredo o en algunas estrofas escritas en aquel verano en villa Diodati.

Hasta tal punto llegaba la admiración de Byron, que durante el viaje de aquel verano de 1816, pensaba atravesar Waterloo con un carro como el que utilizó el fogoso militar francés en aquella decisiva batalla.

Como hijos bastardos de la revolución que eran, todos ellos aun soñaban con héroes del pueblo y todo tipo de benefactores de la humanidad. Sin embargo, tan conscientes eran de las esperanzas que había suscitado la utopía revolucionaria, como de las decepcionantes consecuencias que le siguieron. Incluso el propio padre de MS, William Godwin, antaño uno de los faros del radicalismo, por entonces estaba considerado un filósofo caído.

Por su propia condición de expósitos desclasados, de supervivientes de una civilización perdida, los Shelley pertenecieron a lo que se llama una generación rota; como pasa con los nacidos cerca de una guerra o durante una gran crisis.

Una sombra esquiva que recorre la novela, y puede detectarse en diferentes pasajes. Tanto Víctor como su criatura ven truncadas sus expectativas de futuro, y acaban resignados a ser productos defectuosos retirados de la circulación. Todos ellos pertenecen a una misma raza de prosctitos.

..Yo era un huevo tirado en la arena; un pobre de naturaleza perseguido de familia en familia, que no pertenecía a nadie [..] y nadie me cuidaba. Fui despreciado desde mi nacimiento y se me negó la posibilidad de poner un pie en la sociedad. Sí, ni siquiera tuve la oportunidad de ser considerado como un compañero…”6

Abiertos a interpretar la novela como distopía coral, definiremos a Frankenstein como un relato de renegados y personajes malditos. Una distopía refractaria que incluye una narrativa de la resistencia, el secreto y el ostracismo, reflejo de la situación en que vivían individuos y grupos políticos disidentes de aquella época.

Nos centramos por tanto en la biografía del editor parisino Alexandre Corréard [1788-1857], que fue quien se interesó en publicar la novela de MS en Francia en 1821. En Frankenstein identificó, sin duda, la dimensión épica y el trasfondo prometéico de su propia vida.

Formado como militar en los años de Bonaparte, Corréard era un prometedor ingeniero y miembro de la guardia imperial, que quizás se mostró demasiado crítico con la restauración monárquica en Francia, 1815.

Para quitárselo de en medio, las nuevas autoridades lo destinaron como geógrafo en el Medusa, barco militar que tenía la misión de navegar por las costas de Senegal, y encontrar un lugar para fundar una colonia; pero una mala decisión del capitán de la expedición provocó un fatal naufragio.

Durante los 13 largos días que estuvieron a la deriva, a bordo de la basa precaria construida a toda prisa, no tenían ni víveres ni agua, solo vino. Sobre aquella precaria embarcación, el mejor hombre del mundo, al cabo de algunos días, se dirimía entre el suicidio o la antropofagia. Al final, solo sobrevivieron 14 de las 150 personas que iban a bordo. Corread fue uno de ellas, aunque nunca lo consideró una suerte..

..Corréard sonrió amargamente: Mil veces gracias, articuló, estás actuando como un buen camarada, pero tus halagos son innecesarios. Después de lo que pasó, soy un hombre acabado, un muerto viviente, un objeto de horror, un réprobo, un caníbal…”7

Tras sobrevivir a aquella pesadilla y recuperarse de sus heridas que le tuvieron entre la vida y la muerte, consiguió reponerse y atravesar el Sáhara en solitario; alcanzando Francia para denunciar lo ocurrido.

Las primeras noticias del suceso llegaron a Inglaterra justo en septiembre de 1816, y el escándalo fue mayúsculo, especialmente tras publicarse clandestinamente en 1817 un libro relatando los hechos, que en 1821 llevaba ya cuatro ediciones y fue traducido al inglés.

Considerado un héroe monstruoso que regresaba de la muerte para vengarse, logró establecerse en París como editor e impresor en las galerías del Palacio Real, un barrio lleno de libreros y prostitutas; donde abrió una librería bautizada Au naufragé de La Méduse (Casa del náufrago de La Medusa).

Uno de documentos históricos que nos hablan de las vicisitudes que vivió nuestro personaje fue el cuadro pintado por Géricault Le radeau de la Méduse, en el que colaboró el propio Corréard. Un cuadro lleno de dramatismo que incluye notas anti-esclavistas y muestra una escena con hombres semidesnudos en contacto físico entre ellos, indicador de las analogías entre canibalismo y homosexualidad que se daban en aquella época. Por contra, Corréard pintó un inquietante retrato de su amigo Géricault, cuando éste estaba ya moribundo en 1824.

Dedicado en cuerpo y alma a la publicación de periódicos, panfletos y obras políticas, su actividad como editor le llevarían a prisión en varias tandas por delitos de imprenta.

No valió de nada que elevara una petición en 1821 a la Academia Francesa, para que se posicionaran sobre la censura. Tanto es así, que poco después de la aparición de Frankenstein en Francia, su casa editorial fue clausurada en septiembre de 1822 por acoger reuniones sediciosas. Además, le fueron embargados unos 80.000 volúmenes que tenía en depósito, viéndose forzado a vender sus fondos al librero parisino Louis Artaud, entre ellos la tirada de Frankenstein.

..Aquí comenzó la acción permanente de la policía y del sistema judicial. Me arrestaron ciento treinta veces, me procesaron treinta y seis veces y me condenaron nueve veces a un total de ocho años de prisión. Luego, la arbitrariedad no cesó, y aunque se levantó la confiscación de bienes, la autoridad ordenó el cierre de mi tienda ubicada en el Palacio entonces llamado Real…”8

A consecuencia de ello, Corréard perdió su librería, fue expulsado del ejército y hubo de exiliarse en Inglaterra. Allí llegó como un proscrito político y un ferviente seguidor de las ideas del socialista utópico Henri Saint Simón, formándose como ingeniero en ferrocarriles, que empezaba a surgir como medio de transporte.

Regresó a Francia en 1824 para desarrollar una notable labor en la construcción de vías férreas, canales y puertos por todo el país. En paralelo a su labor tecnocrática, siguió ejerciendo como editor semi-clandestino a lo largo de aquella década, especializado en folletos de temas de actualidad en pequeño formato, baratos, fáciles de ocultar. Pero también como director de revistas como fueron el Journal des sciences militaires, 1825-28, y luego la saint-simoniana Journal du Génie Civil, des Sciences et des Arts, 1828-1847.

Además, la librería de Corréard se convirtió en esos años en un centro de tertulia política. Él mismo fue uno de los patriarcas de una sociedad secreta asociada a la Carbonaria –Chevaliers de la Libertè-, formada por antiguos soldados como Correrad, pero también escritores, artistas y periodistas, ya fueran republicanos o bonapartistas. Su objetivo no era otro que destronar a Luis XVIII y reponer el orden imperial anterior en la figura de Napoleón II. Esto, como es de suponer en un régimen como el que imperaba en la Francia de la Restauración, le acarreó sucesivos problemas judiciales. La policía borbónica registró en numerosas ocasiones su casa y en 1828 a punto estuvo de encarcelarlo de nuevo por ..poner en circulación una enorme cantidad de panfletos incendiarios.

..toda la sociedad debe esforzarse hacía la mejora de la existencia moral y física de la clase más pobre; la sociedad debe organizarse de la mejor manera posible para alcanzar este objetivo”9

Como ferviente Saint-simoniano que era, Corréard fue el impresor de L’Organisateur, 1819-20, periódico dirigido por éste, y con frecuencia denunciado. También fue uno de los primeros en usar la palabra socialismo en Francia; y guiado por su máxima de ..todo para el pueblo y por el pueblo, participó en los movimientos revolucionarios de 1830.

Tras la revolución de julio de 1830, se le condecoró con la Legión de Honor como superviviente del naufragio del Medusa y encabezó una comisión de presos y condenados por motivos políticos, que en noviembre de 1832 presentó antes las cámaras francesas un informe sobre los presos sociales entre 1814-1832, donde se inventariaba cerca de 2.500 casos, reivindicando la necesidad de ser indemnizados por daños o perjuicios, y el papel jugado por las sociedades secretas.

Entregado a la conspiración permanente, todo indica que Corréard tomó parte a su vez en la revuelta de los Canuts de Lyon, noviembre de 1831, batiéndose en las barricadas y difundiendo los principios Saint-simonianos entre los obreros de la seda. Así mismo, unos llamados hermanos Corréard salieron a colación durante el juicio por los sucesos similares de la primavera de 1834 en la misma ciudad. Aunque no se haya podido contrastar el dato, cabe citar que nuestro Correard tenía dos hermanos, Gabriel [1779-1865] y Joseph [1792-1870], que también estuvieron adscritos a las sociedades secretas de las décadas centrales del XIX.

Ánimo, oh! Proletario!

Fecunda, embellece, ámalo todo,

Seca por fin tus sudores, calma tu prolongado disgusto,

Pronto para ti no habrá más miseria,

No más miseria!..”10

Tras unos años entregado a su actividad profesional como ingeniero y ganar mucho dinero, decidió retirarse en 1847 tras comprar una vieja abadía del bosque de Fontainebleu. Aunque le encontramos de nuevo activo en el marco de la revolución de 1848, cuando se presentó sin éxito a las elecciones.

En aquella abadía montó una fábrica de vidrio -1854-, pero los vecinos del lugar lo miraban con recelo. No solo recelaban de Corréard por su pasado político, sino que rehuían el contacto por su rostro surcado de cicatrices, su mal humor o su extraña vida de eremita. Incluso corrió el rumor que, tras la muerte de su compañera, convivía en aquella abadía con un maniquí femenino, cual Pigmalion; quizás aplicando las ideas sobre la rehabilitación de la carne de Saint-Simón.

..¿No enseña la historia mil veces que, si las naciones sólo tienen que levantarse para triunfar, tardan en hacerlo; y que siempre es necesario que hombres audaces las despierten y las alienten. [..] La historia de todos los tiempos demuestra que todas las revoluciones, y en especial las nacionales, comienzan necesariamente con una conspiración..”11

Si se ha definido a Frankenstein como distopía pos-Waterloo, podríamos ir un poco más lejos, señalando que el perfil político de Corréard nos remite a los caídos en todas las luchas sociales; levantándose una y otra vez para seguir el camino de la rebelión. Como Hércules, Corréard fue desgraciado, pues luchó mucho, padeció el terror blanco del estado y solo recibió ingratitud por recompensa.

Corréard era de los que pensaban que la revolución francesa se había quedado a medias, y que debían ser las siguientes generaciones las que completaran la obra. Sus hechuras de anti-héroe político, nos conducen también al conspirador de oficio; a la vez predicador, poeta y profeta de la revolución. Elemento de acción salido de las facciones más extremas, que juega el papel de oráculo que invoca la insurrección.

El caso más conocido fue Filippo Buonarroti [1761-1837], miembro junto a Varlet y Babeuf de la Falange de Los Iguales y del Directorio Secreto de Salud Pública, 1796. Bounarrotti no solo siguió luchando contra todas las monarquías hasta el fin de sus días, padeciendo incontables persecuciones y exilios, sino que fue el inspirador de las primeras sociedades carbonarias.

..Están, si se me permite decirlo, los profesionales, y estos se encuentran con demasiada frecuencia, después de los hechos, en el lado bueno de la barricada, junto a los hombres rotos. [..] Hay gente que les tiene miedo. Son los que pelean, están hechos jirones, heridos, pasaron hambre dos o tres días en no sé qué sótano de las Tullerías u otra parte, no son bonitos de ver y tienen algo de inquietante….”12

Aunque Napoleón había declarado en 1804, con toda la pompa imperial, el final de la etapa revolucionaria, la biografía del editor Corréard nos demuestra todo lo contrario, que la utopía igualitaria se salvó de la demolición controlada planeada por el dictador republicano.

Desde los tiempos de la RF se impuso la idea de que un grupo secreto de dirigentes gobierna a las masas y determina los sucesos políticos

El discurso revolucionario quedó así, confundido entre la multitud, o resguardado en algún lugar sombrío, donde se reunían con sigilo para invocar a la serpiente Uróboros, a la espera de un nuevo ciclo de luz. Como Prometeo encadenado que aguarda a su libertador, fueron algunos ex-militares como Corréard, los que se acercaron a los intelectuales jacobinos salidos de las escuelas universitarias -léase Byron-, formando asociaciones dirigidas a tomar medidas de fuerza contra los gobiernos absolutistas.

…the world was for me a secret, which i desired to discover”13

Pero, pongamos otro ejemplo de lo que venimos apuntando. Uno de los encargados de la adaptación al francés de la pieza teatral basada en Frankenstein, estrenada en Londres en 1823, y que llevó el nombre de Le Monstre et le Magicien, 1826, fue Charles Nodier [1780 / 1844], hijo perdido de la revolución, educado en las ideas de Rousseau, y que habría sido uno de los miembros de la Sociedad de los Philadelphes en 1796.

Nodier pasa por ser uno de los principales grupos de oposición al régimen Napoleónico, extendido por buena parte de Francia y el norte de Italia, y se cuenta que hasta Saint Simon estuvo adscrito al grupo entre 1804 y 1809. Según dijo Nodier en un libro publicado de forma anónima en 1815 -y que seguramente conocía MS-, se trataba de una sociedad secreta de inspiración masónica-carbonaria, que estuvo compuesta por literatos y militares, que idolatraban a los héroes de la revolución como Robespierre, Saint-Just o Babeuf.

Extraña mezcla, oradores, dandies y todos los tonos de azul, desde los uniformes habituales de Grub Street a la chaqueta azul del literato. Ver a … y …., cenando codo a codo me hace pensar siempre en la tumba, donde se borran todas las distinciones de amigo y enemigo, del crítico y el criticado, del rinoceronte y el elefante, el mamuth y el megalonix copulan tranquilamente..”14

Por añadir algún dato curioso, sabemos que los miembros de esta sociedad empleaban como símbolo una estrella de cinco puntas y sus ritos estaban siempre marcados por el 5, número que representa a Prometeo, y que celebraban sus reuniones en un lugar apartado llamado La Vaguada del Hombre Muerto, en los alrededores de Besançon. Una ciudad donde por cierto, hicieron parada y fonda los Shelley cuando cruzaron Francia en el verano de 1814 y 1816.

Algo muy similar podríamos añadir de los dos compinches de Nodier que colaboraron en la adaptación de Frankenstein a los teatros franceses, con extraordinario éxito de público. Se trataba de dos jóvenes promesas de la literatura como Jean Touissant Merle y Antony Béraud, quienes además tenían en común el hecho de haber sido soldados imperiales en los estertores del periodo napoleónico, y que andaban metidos en conspiraciones, siempre que no estaban en prisión por delitos de imprenta.

Se trataba en definitiva de una nueva generación de jóvenes rebeldes, a los que vivir en un régimen opresivo como el de la Restauración, les dotó de un cierto espíritu de mistificación, lo que es característico del primer socialismo utópico.

..las plagas están en pleno apogeo, y ni siquiera los apóstoles sansimonianos ni tantos otros innovadores delirantes han logrado inculcarnos un politeísmo de su propia cosecha, ¿cuántas figuras siniestras, cuántas calamidades, por otro lado, no resucitan a diario?… ¡Y de las cuales el Monstruo Verde de los señores Merle y Antony Béraud no es lo que debería inspirar más terror! ..”14BIS

Estamos pues, en los orígenes nebulosos del carbonarismo, donde sociedades masculinizadas de tipo interclasista, adoptaban una organización defensiva ante la anulación de los derechos de reunión, expresión o asociación.

Se trataba de sociedades que conformaban una extraña mezcla de masonería y socialismo, cuyos funcionamiento interno sigue siendo desconocido en buena medida; y que nos remite a los procedimientos secretos que utilizara Víctor para dar vida a su criatura, en una lóbrega guardilla del viejo Ingolstadt.

Pese a que siguen envueltas en la nebulosa de la historia, su papel en estos años resultó clave, ya que fueron los encargados de profanar el sepulcro de la revolución y recuperar los restos, con lo que reconstruir la utopía. Forzadas a operar en la clandestinidad por la falta de derechos sociales, con los años y la persecución continuada, fueron radicalizando su discursos y sus métodos. derivando hacia el sectarismo, el esoterismo o el terror. Así por ejemplo, Corréard hubo de declarar en el juicio contra Giuseppe Fieschi, tras el atentado contra el rey en julio de 1835.

I trembled with rage and horror, resolving to wait his approach, and then close with him in mortal combat..”15

Por establecer un símil, el gran Prometeo, encargado de preparar a los hombres para el asalto a los cielos, se había convertido en un Cesar experto en conjuras y golpes de mano. Muchos eran los que se conformaban con un Robespierre, o un Napoleón de turno, antes que soportar el despotismo de los regímenes oligárquicos vigentes. Por así decirlo, Hércules consiguió liberar a Prometeo, pero se olvidó, o no pudo, dar caza al buitre, que siguió y aun sigue acosando a la humanidad.

En este sentido pueden interpretarse las palabras de un amigo de MS, Leigh Hunt [1784-1859], quien después de leer Frankenstein comentó que tenía pensado escribir su propia versión del mito, en el que los dioses serían derrotados y su lugar ocupando por el Prometeo entronizado.

..En los países vencidos, la utopía está desorientada, desequilibrada, desesperada, se refugia en todos los rincones de una fantasía mórbida; no viendo ninguna salida, produce monstruosidades.”16

De un tiempo de depresión y misantropía, según dijo el poeta Shelley, no podía surgir más que una utopía gótica como Frankenstein. Una utopía amortajada que llevaba oculta en su corazón durante aquel postrero viaje a Europa, que prolongó entre 1842 y 1844, arrastrando el cadáver del recuerdo indeleble de su compañero, con quien recorriera años atrás esos mismos lugares.

Aunque MS había dejado escrito en su diario, en 1838, que el contacto con radicales le causaba repulsión desde que perdió a su querido Percy, no parece que esto se ajuste a la realidad. Así, fruto de aquel viaje retrospectivo, surgió la última de sus obras, y de las más desconocidas, Rambles in Germany and Italy. Que hoy vuelve a reclamar su interés, por haber sido uno de los primeros textos en que una mujer expresaba opiniones políticas radicales, abordando desde un punto de vista bastante imparcial, temas sensibles como el de las sociedades secretas.

En verdad, lo que eran simplemente unas cartas a su hermana Claire, se convirtieron en una novela de viajes, que dedicó todo un capítulo a este espinoso asunto, con una sorprendente precisión en los datos que aportaba sobre los orígenes del carbonarismo.

..No creas que defiendo a ninguna sociedad secreta: el principio es erróneo. La coronación de todo acto y sentimiento virtuoso es no temer la luz del día. Pero debe recordarse con qué terribles circunstancias tienen que lidiar los italianos…”17

Uno de los informadores de primera mano fue Ferdinando Gatteschi [1813-1875], militante de la Joven Italia exiliado en París, con quien simpatizó en julio de 1843; y que la convenció de la necesidad de aportar fondos con su pluma a la causa de esta organización clandestina que luchaba por la unificación italiana. No pudo negarse. Le recordaba tanto a Percy; e incluso cultivaba la poesía de tono nacionalista y romántico.

Aunque el objetivo último de este trabajo literario, era suscitar el respaldo de la opinión pública inglesa en favor de esta causa, el asunto terminaría bastante mal, ya que Gatteschi trató de extorsionar a MS después de aparecer el libro, amenazando con desvelar su correspondencia. Aunque no se pueda precisar cual era su contenido, MS admitió que contenían detalles sobre su pasado que hubieran podio destruirla.

Tan feas se pusieron las cosas, que MS llegó a temer por su seguridad. La persona que se encargó de mover los hilos fue Alexander Andrew Knox, uno de los mejores compañeros de estudios de Percy Florence, el hijo de MS, quien viajó a París en octubre de 1845, para convencer a la policía francesa para que interviniera dichas cartas; lo cual por supuesto tuvo su precio correspondiente. Con la excusa de que Gatteschi era un peligro público, se activaron los resortes del famoso Cabinet Noir de la policía, que le autorizaba a intervenir la correspondencia de cualquier persona. Por supuesto, aquellas cartas fueron inmediatamente destruidas por Knox.

Curiosamente, MS había leído en 1817 Intercepted Letters; or, The Twopenny Post-Bag, 1813, donde a través de la revelación una serie de cartas tan secretas como ficticias, Thomas Moore desvelaba la hipocresía y las fobias enfermizas de las élites urbanas inglesas, tendentes a mezclar lo personal y los asuntos públicos.

..el objetivo era simple: derribar la monarquía en todas sus formas y erigir repúblicas sobre la ruina de los tronos. Para lograr esto entre un pueblo devoto de la superstición, era necesario mezclar principios místicos con opiniones políticas; en fin, erigir y difundir una religión política; y así, no hace mucho, se profesó el carbonarismo, y encontró prosélitos entre las montañas de Córcega y Cerdeña..”18

El interés de MS por el movimiento de unificación italiana, ya había tenido su presencia velada en Frankenstein, a través de la figura ausente del padre de Elisabeth Lavenza, adoptada por los Frankenstein por tener lazos familiares -prima de Víctor-. Así, en la revisión que se hizo de la novela en 1831, los padres de Víctor la adoptaron no por sus vínculos de sangre con los Frankenstein, sino al conocer su situación durante una estancia en el Lago de Como. Huérfana de madre, y cuyo padre parece haber desaparecido por motivos políticos.

En la misma línea, MS se interesó por la biografía de Vittorio Alfieri, poeta republicano italiano que fue uno de los inspiradores del Resugimento, además de las sociedades secretas anti-napoleónicas. Casualmente, el padre de William Polidori, Gaetano Polidori, había sido el secretario personal de Alfieri.

Cabe añadir, que entre las amistades de MS en Londres estuvo Pascuale Rossetti, fundador de la Carbonaria italiana, exiliado en la capital inglesa desde los motines de 1820-21, y casado con Frances Polidori, hermana de William.

Así es como, con demasiada frecuencia en la sociedad, aquellos que están mejor capacitados para ser sus benefactores y sus referentes, son marcados por algún accidente con el desprecio y transformados, por la negligencia y la soledad del corazón, en un azote y una maldición….”19.

Uno de los traductores de Alfieri, había sido el magistrado ginebrino Samuel Marc Jaquin [1782-1825], camarada de Felipe Buonarotti en las sociedades secretas de aquella época, y que destacó sobre todo por una traducción del Misogallo de Alfieri, la cual venía precedida de una larga introducción, tratando las causas y las consecuencias de la revolución.Entre estas últimas, destacaba aspectos emergentes en las conspiraciones post-revolucionarias, como era el uso de la propaganda, la presencia de elementos externos y en el papel que en todo levantamiento político jugaban los militares; poniendo como ejemplo a Nápoles, España o el Piemonte.

Aunque su traducción de Alfieri no viola luz hasta 1823, sabemos que andaba en la tarea ya en 1817, y que los primeros manuscritos de la larga introducción datan de esa fecha.

Aunque algunos han visto en Jaquín un émulo de Víctor, seguramente se debe a conexiones biográficas que se nos escapan a día de hoy. Lo que resulta evidente es que establecen correspondencias temáticas; comenzando porque tanto en el Misogallo como en Frankenstein se hace una lectura republicana de la situación política, y se despliega como recuerda Jaquín en el prólogo, un ..étude attentive des causes éternelles de la prospérité, ou de la décadence et de la chûte des états. Como le sucedió a Frankenstein en Francia, también la traducción francesa del Misogallo, fue secuestra por orden del gobierno galo, y destruida.

En esta línea, vemos que Jaquin evoca como referentes políticos entre los clásicos a Licurgo, Numa y Solon; igual que la Criatura. Y en ambas obra se clama contra tiranos y esclavos, porque ambos detestan la libertad; y donde se advierte ante todo contra los idólatras de la Francia revolucionaria.

Todos deben comprender que mientras queden vestigios de ese espíritu aristocrático y arbitrario de unos, de demagogia y libertinaje en otros, y de egoísmo en todos, una República jamás podrá alcanzar la verdadera unidad que una vez le dio prosperidad..”20

Aunque se dice que MS no desarrolló en su obra posterior esta línea más política de Frankenstein, parece claro que su interés por los conflictos sociales de su época fue una constante. Una especie de tentación reprimida que retoma en otras obras como The Last Man; y que culmina como hemos visto, en Rambles in Germany and Italy.

Frankenstein, que tras ser publicada en 1818 fue tildada en los medios conservadores de novela jacobina, es decir, que tenía un propósito político; y que en sus páginas se respiraba una atmósfera frenética y cavernosa.

…generally rested during the day, and traveled only when I was secured by night in front of the view of man.’ 21

Para encontrar ejemplos de intrigas políticas, más allá de lo literario, MS no tenía que mirar muy lejos. De hecho su propia madre había desarrollado una intensa actividad política en Francia, 1793-1795, que le llevó a ser tildada de espía, y a tener que casarse con un seudo-diplomático yanqui para evitar la expulsión del país, o algo peor, como hemos explicado en otro lugar.

También nos hemos referido en su momento, a su hermano James, que si fue detenido y expulsado del país galo en octubre de 1798, también por espía. Según los diarios de William Godwin. desde esa fecha le situamos en Londres, donde fijó residencia hasta 1805, y mantuvo un estrecho contacto con Godwin, con quien solía cenar, a veces acompañado de sus hijas.

Quizás MS le oyó hablar entonces del París revolucionario, que en aquellos años era el centro de todas las conspiraciones; donde no solo había espías británicos, sino también al servicio de la corona española. Este fue el caso del ex-compañero de su madre, Gilbert Imlay, huido de su país en 1787, donde había estafado a diestro y siniestro, y que siempre llevó una vida de fugitivo.

Tras su llegada a París, y lograr el aval político de girondinos como Brissot, presentó una serie de informes en la primavera de 1793 al gobierno francés para desestabilizar la Luisiana española. Sin embargo, en verdad, no buscaba que este territorio pasara a manos francesas, como quiso hacer creer a los miembros de la Convención, sino declarar Kentucky como estado independiente, pero en la órbita española. Se ha constatado a su vez, que socios de Imlay como el general Wilkinson y Benjamin Sebastian, involucrados en la llamada Conspiración Kentucky, también estaban a sueldo de España.

En esta línea, MS leyó diversas obras del escritor norte-americano Charles Brockden Brown, que además había sido autor de diversos folletos políticos en favor de la expropiación del territorio de Luisiana.

If the multitude of mankind knew of my existence, they would do as you do, and arm themselves for my destruction. Shall I not then hate them who abhor me? I will keep no terms with my enemies. I am miserable, and they shall share my wretchedness.”22

Como las heridas de su hígado, Prometeo trabaja en la sombra en estos años para fundar y desfundar regímenes políticos. Y en Frankenstein, el Prometeo proscrito no solo habría padecido el castigo en sus propias carnes, sino que con frecuencia alcanzaba también a sus allegados, como le pasa a Víctor.

Una versión del Prometeo traicionado por lo suyos, perseguido por sus enemigos y abocado a la conspiración, que pudo extraer MS de alguno de los libros de su padre como The Pantheon, St Leon o en especial Cloudesley a tale. Esta última es la historia de un hombre que consigue salir del entorno criminal en el que siempre ha vivido, para trascender no sólo su propio pasado sino también la ley inexorable de la división de clases.

Existe otra historia que se ha contado sobre Prometeo, que por su rareza quizá valga la pena recordar: algunos de los primeros seres humanos se mostraron ingratos con sus antepasados y dieron a Júpiter una información pérfida en su contra…”23

La Criatura de Frankenstein es única por su soledad ontológica. Se asemeja a esos individuos atrapados, ensombrecidos, y conducidos a la violencia por una especie de desesperación política o religiosa. Fugitiva y errante, los únicos que simpatizan con la Criatura y la ven como un ser humano, serán un viejo ciego exiliado político y los marineros de Walton.

Ahí tenemos por ejemplo, al patriarca de los Lacey, un árabe cristiano escondido en el bosque, nos remite a El Solitario, personaje que aparece en un poema de William Wordsworth, The Excursion; y leído por MS en 1814 y 1815. Desencantado con la revolución y tras perder a su mujer y su hijo, El Solitario optaba por una vida de aislamiento y soledad.

Desprovisto de todo, la Criatura es representa al hombre sin sombra, al que tiene que evitar la luz del día para no ser descubierto, y pierde todo contacto social. Un ser que se convierte en una sombra que persigue a Víctor. Así, la criatura ve y escucha todo lo que hace Víctor, como si le espiara con mil ojos.

Un Víctor inicialmente luminoso y benévolo, que acabará también atrapado por las sombras que le persiguen desde la creación del monstruo. Nos recuerda al personaje de Pierre Schlemilh, protagonista de la novela L’‘histoire de l’homme sans ombre, de Adelbert von Chamisso en pleno clímax de las guerras napoleónicas. Obra que este autor compuso mientras residía en el Castillo de Coppet, 1810-1812, junto a Madame de Staël. Lo curioso es que el personaje principal padece brotes esquizoides, y toda una serie de síntomas asociados como complejo de inferioridad, delirio de persecución, perdida de contacto social, sentimiento de culpabilidad, necesidad de evasión y una actividad maniática -intelectual/erudita-.

En Frankenstein hasta las circunstancias conspiran contra los personajes. Como pasa frente a los espejos cóncavos, no solo los tres protagonistas dan una imagen invertida de la norma social, sino se contraponen hasta los enclaves geográficos. Frente a Ginebra, foco de las nuevas ideas que apoyó la reforma protestante, surge Ingolstadt, núcleo de resistencia católica y centro tradicionalista. Todos se salen del tiesto. Walton quiere trasgredir los límites geográficos y ejercer sus derechos coloniales correspondientes, Víctor adelanta a la naturaleza por la derecha para crear a su Criatura; y ésta busca desesperada donde están los limites de la especie humana, para colarse a hurtadillas.

In the mean time I took every precaution to defend my person, in case the fiend should openly attack me. I carried pistols and a dagger constantly about me, and was ever on the watch to prevent artifice; and by these means gained a greater degree of tranquillity….”24

Así mismo, la autora juega con la imagen de la persecución, que dota de un dinamismo particular a la narración, alternando los roles de acosador y acosado, del perseguidor y el perseguido. Si al principio es la Criatura quien asume el papel de perseguidor de Víctor; a partir de la muerte de Elisabeth, se invierte el orden, y será Víctor quien inicie una frenética persecución, que se convierte en su única obsesión. También alcanza a los De Lacey, que deciden huir al bosque tras una decisión judicial.

Relacionado con lo anterior, el tema del exilio es también una de las claves de la novela, determinante en especial para interpretar las circunstancias por la que atraviesa la Criatura, que no tiene país nativo, ignora las fronteras de las naciones por las que pasa y usa la palabra emigración para referirse a sus primeras andanzas. Además, el término con el que primero se refiere Víctor a la Criatura -wretch, proviene de una palabra del inglés antiguo que significaba tanto miseria como exilio.

I walked about the isle like a restless spectre, separated from all it loved, and miserable in the separation…”25

Mientras que la Criatura es un paria de nacimiento, sin anclaje a un lugar o a un grupo humano determinado, Víctor se empeña en apartarse de sus orígenes; y desde que inicia su viaje de estudios a Ingolstadt, se convierte en el judío errante que trata de escapar de la maldición que le persigue. Aunque luego se invierten sorpresivamente los papeles, y será Víctor quien persiga su propia maldición hasta los confines polares.

Rozando los límites de la literatura negra, personajes principales se ven condicionados por un entorno social aislante y represivo, mostrando como las sociedades y los individuos crean monstruos, y se convierten ellos mismos en monstruos.

Estamos pues, ante un tratado sobre la exclusión, y la construcción de monstruos sociales en este caso basado en factores éticos, sexuales o de clase; unos monstruos que surgen cuando se amenaza al orden público, a la jerarquía social dominante.

.My sufferings were augmented also by the oppressive sense of the injustice and ingratitude of their infliction. My daily vows rose for revenge—a deep and deadly revenge, such as would alone compensate for the outrages; and anguish I had endured.”26

Los protagonistas de Frankenstein cruzan fronteras con impunidad, en una Europa en guerra; y por momentos la Criatura se convierte en un vagabundo, un fuera de la ley y un espía que conspira en contra del tirano que le ha condenado a permanecer aislado de la sociedad. Todo un predador político del que huye Víctor como de una visión terminal. Un criminal nihilista conducido a la violencia por lo extremo de la situación. Un individuo de resiste y sobrevive ante la injusticia social.

Nótese en este sentido, la cercanía entre Frankenstein y Zastrozzi, novela de Percy Shelley publicada en 1810, ya que entre otras cosas, comparten el tema de la persecución y la venganza, donde el antagonista busca exterminar a su enemigo y su descendencia.

La criatura no trabaja, coge lo que necesita y roba, aunque cuando se da cuenta que eso perjudica a los campesinos, deja de hacerlo. MS se intereso así por personajes históricos mutados en símbolo del villano filántropo, como sucedía con el protagonista de una de las novelas que MS leyó en 1815, The History of Rinaldo Rinaldini, the Robber Captain, 1798. En ella, Christian August Vulpius recuperaba la biografía del italiano Angelo Duca [1734-1784], Angiolillo, uno de los primeros representantes del bandidaje social según Eric Hobsbawm.

A título de coincidencia, el año en que apareció Frankenstein, 1818, el citado Nodier publicó también de forma anónima Jean Sbogar, que cuenta la historia de unos bandidos de la región de Trieste, donde había residido, que se dedicaban a hostigar a las tropas de ocupación francesa y a los lugareños; una obra que leyó el mismo Napoleón en Santa Elena.

Am I to be thought the only criminal, when all human kind sinned against me? [..] I, the miserable and the abandoned, am an abortion, to be spurned at, and kicked, and trampled on. Even now my blood boils at the recollection of this injustice..”27

Tras esta visita al inframundo de la cultura obrera, reflejada en las páginas de Frankenstein, podemos entender mejor por qué el protagonista no tiene nombre y, sobre todo, por qué tuvo de ser publicada de forma anónima en 1818, lo que se repitió en Francia, 1821. Lo que podía parecer un mero accidente editorial por ser la autora una mujer, cobra significado por el mensaje político de la novela, que parece ahora mucho más claro tras la visita del mundo de sombras en que se movía Corréard, agitador y precursor de la clase obrera.

Víctimas triunfantes frente al enemigo; contra los malos malísimos, pero también contra los buenos que dan por sentado el mal. Una raza de Prometeos proscritos a los que MS dota de ciertos atributos byronianos como aquel énfasis en su voluntad inquebrantable y su altruista sufrimiento en favor de la especie humana. Recordemos que el poema Prometeo de Byron se escribió ese mismo verano de 1816; siendo la propia MS quien se encargó de copiarlo y entregarlo al editor Murray a su regreso a Inglaterra.

Además, tras la crítica positiva que hizo Walter Scott de Frankenstein -la única que tuvo la novela-, recibió duras críticas por sus halagos, y pasó a protagonizar un debate periodístico en tono a la concesión de perdón a los criminales que la sociedad habría proscrito, rechazado y condenado desde sus orígenes…

Estoy solo en el mundo. No tengo padre, ni madre, ni hermanos. Soy un exiliado de mi país y separado para siempre de los de mi propio linaje y sangre. [..] Me quedé allí, como podría haber estado la estatua de Prometeo, si, después de haber sido dotada de un alma viviente, los Dioses hubieran considerado oportuno encadenar sus miembros en mármol eterno. La pasión dentro de mí jadeaba y trabajaba por dentro; pero yo estaba invenciblemente silencioso”28

A la subversiva novela de MS le pasó lo mismo que al refractario. Si no acaba relegado al olvido tras su muerte, como Corréard, es convertido en un monstruo; o en el peor de los casos, son asimiladas sus ideas por los mismos que las repudiaron, desactivando su carga de profundidad y desviando sus pretensiones originales.

MS nos explica, sin embargo, como la creación de un ser vivo por medios secretos restringe las posibilidades de la monstruosa Criatura, de socializarse o por así decirlo, de alcanzar sus logros sociales, léase la revolución. Indirectamente, también cuestiona el hecho de que un grupo de activistas, con su correspondiente jefe, cabeza pensante o directorio de elegidos, consiguiera una transformación social completa; o como Víctor lo diría regenerar la especie humana.

Podremos discernir claramente que la revolución no fue producida por las habilidades o intrigas de unos pocos individuos, ni fue el efecto de un entusiasmo repentino y efímero…”29

Analizado el contexto personal, social y editorial de la novela, comprobamos que la autora se sirvió de su criatura literaria para hacer una crítica mordaz a la sociedad ultra-conservadora de su tiempo, que tenía una fobia enfermiza a un futuro que se movía bajo sus pies. Una utopía proscrita para resistir a tiempos de crisis, y que personalizamos en el editor Corréard, entregado a la tarea de despertar a la masa embrutecida de su pesadilla política.



NOTAS:

  • 1SHELLEY, Mary: Frankenstein or the Modern Prometheus. Londres, 1818, Tomo III, p. 146.
  • 2SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo III, p. 147. También, Shelley, Mary y Percy: History of A Six Weeks Tour through a part of France, Switzerland, Germany, and Holland. London, 1817, pp. 22-23.
  • 3LITERATURE Of Utopia: Freeman’s Journal-Sydney, 29-08-1885. Ver, Tulard: Le Mythe de Napoleon. París, 1971. También, Bertagnolli: Prometheus in Music. Representations of the Myth in the Romantic Era. Aldershot, Londres, 2007.
  • 4GARCÍA Gual: La reivindicación de Epitemeo, en Prometeo, mito y literatura. Madrid, FCE, 2009, p. 204.
  • 5CARTA de Percy B. Shelley a Thomas Jefferson Hogg, 27-12-1812. Ver, Jarrige, François: Prométhée socialiste à l’âge romantique, Presses universitaires de Franche-Comté, Besançon, 2016.
  • 6WOLLSTONECRAFT, Mary: Maria or the Wrongs of Woman. New York, 1975, p. 56.
  • 7SEUHL, Antonin: Le revenants de La Meduse, Le Journal 02-10-1934. También, Henry Savigny and Alexander Corréard: Narrative of a Voyage to Senegal in 1816. Undertaken by order of the French Government. París, 1817.
  • 8CORRÉARD, Alex: Élections des Représentants du peuple à l’Assemblée nationale. Aux citoyens du département de Seine-et-Marne. 1848. Ver, d’Almeras. Henri: La vie parisienne sous la Restauration. París, p. 367.
  • 9SAINT Simón, Henry: Nuevo Cristianismo, 1825. Corréard también editó Lettres de Henri Saint-Simon a messieurs les jurés que doivent prononcier sur l´accusation intentée contre lui, 1820; y Des Borbons et des Stuarts, 1822. Ver, Guillon: Les complots militaires sous la restauration, d’après les documents des archives. París, 1895, pp. 49 y 179.
  • 10CORRÉARD: La Prolétairienne, en Vinçard: Foi nouvelle. Chants et chansons. [1831 à 1834]. Paris, 1835, p. 21. También, Le Globe 25 y 27-11-1831.
  • 11PÉTITION des membres de la commission des condamnés pour causes politiques, adressée aux deux chambres; en Dufey: De la Réhabilitation des condamnés politiques, réponse aux discours de MM. Dupin aîné et Barthe. París, 1833, pp. 67-69. También, Affaire des sables de la Forêt de Fontainebleau. Prévention du délit de publication de fausses nouvelles faites de mauvaise foi. Tribunal correctionnelle de Fontainebleau. Audience du 27 juin 1856.
  • 12GOSSEZ: Mil huit cent quarante huit, en La Commune de 1871. Actes du colloque universitaire pour la commémoration du centenaire, Le Mouvement Social, Abril-Junio 1972, p. 119. También, Mermet: Histoires de chez nous, chroniques du pays d’Oise. Imprimerie du Progrès de l’Oise, 1926. pp. 137-38.
  • 13SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo I, pp. 47-48.
  • 14BYRON, George: Life letters and Journal, 5 de diciembre de 1813. Ver, Histoire des sociétés secrètes de l’armée sous le règne de Bonaparte. Gide, París, 1815. También, Pingaud: La Jeunesse de Charles Nodier. Besançon, 1919.
  • 14BISLe CORSAIRE 10-07-1851.
  • 15SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo II, p 23.
  • 16NETTLAU, Max: Esbozo de la historia de las utopías, La Protesta 03-08-1925.
  • 17SHELLEY, Mary: Rambles in Germany and Italy in 1840, 1842, and 1843. Vol. 2. London, 1844, pp. 175-76.
  • 18SHELLEY, Mary: Rambles in Germany and Italy. Ob. Cit, pp. 168-69.
  • 19SHELLEY, Percy: Prólogo inédito de Frankenstein, en Athenaeum, 10-11-1832.
  • 20JAQUIN, Samuel Marc: Dedicatoria inicial, en Le Misogallo. Geneve, 1823, pp. 9-10. También, Moeckli: Un Genovois méconnu: Frankenstein. Musees de Geneve, nº 30, nov-dec 1962, p. 10-13. También, Jenni, Adolfo: Due capitoletti sulla fortuna di Alfieri e un italianisant Ginevrino. Giornale storico della lettaratura italiana, Torino, Vol. CXXXIX, fasc 426, p. 256-268.
  • 21SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo II, p. 132.
  • 22SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo II, pp. 27-28.
  • 23BALDWIN, Eduard (seud. William Godwin): The Pantheon, or Ancient History of the Gods of Greece and Rome. London, 1806, p. 98.
  • 24SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo III, p. 110.
  • 25SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo II, p. 59.
  • 26SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo II, p. 135.
  • 27SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo III, p. 187.
  • 28GODWIN, William: St. Leon, a tale of the sixteenth century. Londres, 1816, Vol. II, pp. 222-23
  • 29WOLLSTONECRAFT, Mary: An historical and moral view of the origin and progress of the French Revolution; and the effect it has produced in Europe. Londres, 1794, p. 6.

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