El rumbo de este escrito estará fijado por las experiencias de Mary Wollstonecraft [MW]; unas vivencias turbulentas, polifónicas y hasta majestuosas que dejaron su estela en la famosa novela de su hija. Nuestra tarea inicial a bordo, será pues, tratar de recuperar algunas coordenadas de su paso por Francia.
Ya que la novela se sitúa en la última década del siglo XVIII, y se menciona el paso de los protagonistas por Le Havre y París, las dos ciudades en las que residió la madre de la autora durante los años que estuvo en Francia, hemos fijado las coordenadas de nuestra hoja de ruta las marca en principio su hermano menor, James [1768-1805]. La razón es que su llegada a la zona cero de la revolución, coincidiría con la salida precipitada de su hermana Mary en la primavera de 1795.
“Llegamos a Le Havre el 8 de mayo y partimos inmediatamente hacia París, donde mi padre permaneció durante varias semanas por algunos asuntos..”1.

Marinero desertor de la armada británica, dijo venir para estudiar idiomas, pero según la documentación oficial, James adquirió cierta relevancia política, en su caso escorado hacia el bando contra-revolucionario. Así se deduce de su implicación en la insurrección monárquica de septiembre de 1795, que le llevó a prisión. Quizás fuera ésta la razón de que se distanciaran entre ellos.
El hecho en cuestión es que, meses después de la muerte de su hermana, James sería denunciado en Francia como espía inglés, y finalmente expulsado del país a finales de 1798.
Más que los pormenores del pequeño de los Wollstonecraft, nos llamó la atención el perfil de uno de los denunciantes. Se trataba de Nathan Haley [1766-1841], experimentado marino y armador naval que procedía de una familia de navegantes, aventureros y comerciantes de Stonington, Connecticut.
Lo relevante es que su biografía nos habla de aquellos marinos extranjeros que se pusieron a las órdenes del gobierno francés, para participar en actos de piratería en el Canal de La Mancha.
“Es, quizás, la norma de la vanidad, enamorarse de las ideas, en la medida en que desconocen su origen [..] El esplendor eclipsa su juicio, el hombre se apresura por el entusiasmo y la autosuficiencia, como un barco en el mar, sin lastre ni timón, que espera un soplo de viento”2
Según informaba la prensa, el capitán Haley habría llegado a Francia en enero de 1794, tras ser apresado su barco por navíos de guerra franceses. Sin embargo, la cosa no era lo que parecía, ya que durante la guerra de independencia americana, el joven grumete Haley había sido testigo y víctima de las masacres llevadas a cabo por las tropas inglesas en su tierra. Y todo indica que fue su compromiso republicano y anti-británico lo que le hizo pasarse de bando.
Aunque la fecha de su llegada a Francia no queda del todo clara y pudiera tener familia en la zona, su objetivo era fijar su base de operaciones en Dieppe, muy cerca de Havre, para ayudar a paliar los problemas derivados del bloqueo internacional interceptando barcos extranjeros que cruzaban el Canal. Como explicaba él mismo en un periódico de su país, el objetivo era combatir a los saboteadores de la revolución…
“Este pánico de las provisiones, comenta un filósofo de los Sans Culottes, es otra influencia malévola, que aprovecha estas oportunidades para destruir la razón y la justicia de las personas y llevarlas a cometer excesos. No tendrá éxito en este pérfido proyecto..”3
Recurriendo al círculo de contactos comunes, es más que probable que Haley llegara a conocer a MW y Gilbert Imlay, ya que frecuentaron los mismos entornos en París o incluso en Londres. En ésta, se cuenta que era muy cercano a la familia Lloyd, lo que nos llevaría al poeta Charles Lloyd [1775-1839], amigo de Charles Lamb, Coleridge, Southey o Wordsworth.
En la misma línea, y dada la vecindad entre Havre y Dieppe, no podemos descartar que colaborara con los Imlay, o incluso ayudara económicamente a la joven pareja en su cambio de residencia. Así lo hizo después con un amigo común, Thomas Paine, al que acogería en su casa cuando las cosas se pusieron feas, 1799 y 1801. Curiosamente, Paine también había sido corsario en su juventud, pues estuvo enrolado en la fragata inglesa El Terrible, durante la guerra de los Siete Años.
Gracias a la ayuda financiera de Haley, y el apoyo diplomático de Barlow, Paine pudo publicar en 1801 este curioso ensayo en el que proponía la creación de una Sociedad de Naciones, dispuesta a declarar el boicot a los países en guerra que impidieran el tráfico marítimo.
“Art. VIII. La asociación tendrá una bandera que será portada por los barcos y embarcaciones de todas las naciones que componen esta asociación [..] La bandera debe ser un banderín en lo alto del mástil, compuesto de los mismos colores que componen el arco iris, y dispuestos en el mismo orden en que aparecen en ese fenómeno..”4


Afirmativo. Nathan Haley se había enriquecido en estos años, y se le suele presentar, con cierta razón, como un oportunista que pescaba en aguas revueltas. Su golpe más sonado lo dio el 17 de febrero de 1797, el mando del cañonero francés L’Entreprenant, tras abordar un buque americano en el Canal que llevaba en sus bodegas una importante carga de divisas británicas.
Aunque pueda ser considerado como uno de los últimos piratas del Canal, junto a otros marinos anglo-americanos como Richard Cowell, Benjamin Lewis o Alexander Black; no es menos cierto que su trayectoria nos muestra también a un personaje solidario y un experimentado capitán de barco que puso su corazón al servicio de la causa republicana.
Haley fijó residencia en Francia, y acabó su vida como cónsul en Nantes.
“..Supongo que el maldito partido Tory me cortaría el cuello si estuviera en su poder; en cualquier caso, mientras viva, será mi única misión molestarles, y si la guerra continúa, podrán considerarse afortunados si no reciben otro de mis golpes..”5
Dejando a un lado la biografía del capitán Haley, lo interesante para nosotros es que la incautación de barcos en aguas del Canal, pudiera aportar luz sobre los negocios de los Imlay en Havre, o Joel Barlow en Hamburgo.
Por ejemplo, sabemos que Barlow estaba en Francia desde finales de 1792 para evitar una condena en Inglaterra, y viendo que en la primavera siguiente se complicaban las cosas para los extranjeros, consideró en firme la posibilidad de regresar a los EEUU. Todo cambió al recibir una propuesta irrechazable para marchar a Hamburgo. Aunque desconocemos la naturaleza de aquella oferta, nos lo podemos imaginar, ya que luego tendría de gestionar forma oficial en Argel estos mismos asuntos de piratería, donde ejerció como cónsul entre mediados de 1795 y 1797.
“..El comercio y los negocios a comisión con Francia desde la guerra, han sido muy lucrativo, pero me temo que ha enriquecido a los comerciantes a expensas de los demás habitantes, elevando el precio de las bienes de primera necesidad..”6
Llegados a este punto, deberíamos replantearnos la naturaleza de las peripecias en que se vieron implicados MW y Gilbert Imlay durante su estancia en Havre, relacionadas con las acciones de desbloqueo marítimo y en la importación de productos desde los EEUU.
Así, en junio de 1795 nos encontramos a MW gobernando un imponente navío de tres mástiles por las gruesas aguas del mar del Norte. Su misión era tratar de solucionar el tortuoso conflicto diplomático sobrevenido tras la desaparición del barco fletado por Gilbert Imlay.
Para salvar el bloqueo marítimo inglés, el barco había zarpado desde Havre bajo pabellón noruego, y oficialmente solo llevaba lastre; sin embargo, sus bodegas iban cargadas en verdad con 36 bandejas de plata con el escudo de los borbones grabadas en ellas, y 32 lingotes de plata por valor de 3.500 libras.
Nadie más podía capitanear aquella misión, ya que la propia MW había sido la responsable de supervisar el embarque de la carga en el puerto de Havre, y fácilmente podía desmentir los testimonios del capitán del barco.
“…cuando habla, ya no se desesperan; despierta sus energías y, mientras escuchan su voz, creen que estas vastas montañas de hielo son toperas que se desvanecerán ante las determinación de la voluntad humana.”7
A pesar de todo el esfuerzo invertido para intentar recuperar la carga de aquel barco fantasma, recorriendo en su ruta aquellos mismos puntos por los que se supone había pasado el barco en su ruta a Gotemburg, la empresa no tuvo el éxito esperado.
La escala final de este viaje a finales de septiembre fue Altona, ciudad fronteriza muy cercana a Hamburgo donde entonces residían los Barlow que todo apunta, estaban en el ajo.
MW incluso llegó a establecer contactos políticos de alto nivel para que la demanda llegara a juicio. En la prensa local se anunciaría la conclusión del sumario a fines de 1796, y estaba por fijarse la fecha para inicio del juicio al que estaban citados unos 50 testigos. Sin embargo, todo indica que tuvo que suspenderse por incomparecencia de la testigo principal, que falleció pocos meses más tarde.
Finalmente pudo celebrarse en mayo de 1802 en Londres, tras ser detenido el capitán Ellefsen tras recalar en un puerto inglés; que sin embargo fue absuelto al no poder demostrar Imlay que la carga fuera suya, ni contar con los testimonios de MW o del destinatario final de la carga en Gotemburgo, que aparece con las iniciales E. B.
“Aun así, no nos desesperemos. Dejemos que se confirme el primer desembarco, y en el transcurso del verano podamos, tal vez, celebrar nuestra buena suerte, sin olvidar la buena gestión, juntos. Ha habido algún problema con el envío de las mercancías, que el Sr. Imlay sin duda explicará detalladamente, pero la demora no es de mucha importancia, ya que espero escuchar que el Sr. B. está interesado plenamente..”8
En este punto quedamos al pairo, es decir incapaces de seguir navegando tras las estela plateada de MW, en gran medida porque Gilbert le instó a suprimir todo lo que había en su correspondencia sobre sus negocios conjuntos, cuando se decidió a publicar sus cartas desde Escandinavia, que se publicarían en 1796 con el nombre de Letters written during a short residence in Sweden, Norway and Denmark.
Seguramente, aquellas cartas que nunca se publicaron incluían información sensible sobre las actividades comerciales en las que anduvieron metidos en Havre; y que como hemos visto hablaban de su participación en acciones de piratería en aguas del Canal.
Por más que fracasara aquella misión por las costas escandinavas, y resulte imposible concretar su papel en los asuntos comerciales en los que andaban metidos, nos interesa remarcar que detectamos reminiscencias de las Utopías Piratas, en especial respecto a las relaciones que estableciera la pareja en París y Havre, integrando una especie de comunidad cosmopolita e igualitaria compuesta de aventureros, idealistas y mercenarios de todos los países, que al grito de Libertalia! luchaban por el bien común, al tiempo que satisfacían sus necesidades más inconfesables.
Por no hablar de aquella unión civil a la que accedió MW en circunstancias adversas; la cual, pudiera haberse tratado de una especie de matrimonio corsario, de carácter igualitario y guiado simplemente por los sentimientos y el compromiso de reunir el dinero suficiente para fundar en alguna isla perdida en el océano, su comunidad flotante de seres libres.
“..Cornelia no era de condición lacrimosa; ella era una mujer que en Esparta habría sido una heroína; quien en períodos de guerra y revolución, habría enfrentado la calamidad sin pestañear, sosteniendo y dirigiendo a las de su propio sexo..”9.












Sin embargo, debemos puntualizar que las actividades comerciales de los Imlay en Havre, no encajarían del todo con aquellas repúblicas negras de piratas que proliferaron a lo largo del siglo XVII y principios del siguiente, cuando grupos de marineros, esclavos y proscritos de todas las naciones conseguían emanciparse de negreros, comerciantes o estados, estableciendo asentamientos en islas remotas, donde convivían a pesar de no imponer una forma definida de gobierno. También se redistribuía la propiedad o incluso se abolía el dinero.
La razón principal, estaría en que la actividad de los corsarios de finales del s. XVIII se diferenciaba bastante de los piratas, ya que ahora ya no elegían a sus propios capitanes, ni le declaraban la guerra al mundo entero; sino solo a ciertas naciones, ya que su actividad se ejercía ahora bajo la bandera de un estado en guerra. Consecuentemente, los botines eran -en principio- propiedad del gobierno que otorgaba la patente de corso.
“Then the pirates of Parga that dwell by the waves,
And teach the pale Franks what it is to be slaves,
Shall leave on the beach the long galley and oar,
And track to his covert the captive on shore..”10.
En Frankenstein advertimos al menos una referencia directa a la piratería a través del personaje de la madre de Safie, una cristiana que había sido raptada en su juventud por los piratas turcos, cuya historia narra su hija Safie, que a la postre es la única mujer fuerte de toda la novela.
MS volvería a incluir personajes femeninos fuertes en el resto de sus obras, que se movían con soltura entre marineros y polizontes. Así lo hace, por ejemplo en The Fortunes of Perkin Warbeck, donde el personaje de Monina caracteriza a una mujer joven proveniente de las clases populares, que acaba actuando como espía, mensajera y estratega militar. También en su penúltima novela, Lodore, las protagonistas son mujeres con carácter, como lo fue su madre.
Una idea que reprodujo en su novela corta publicada en 1830, The Evil Eye, con una estética orientalista y ambientada en el Mediterráneo. Su argumento se desarrolla a partir del rapto de la hija del protagonista por unos piratas turcos; y ya sabemos la opinión que tenía su madre respecto a los turcos de todas la latitudes.
“…-las mujeres en Inglaterra- son tratadas al más puro estilo de los turcos, como una especie de seres subordinados, y no como parte de la especie humana.”11
A este dato debemos añadir la familiaridad que mostró MW con la llamada Hermandad de Hidrarquía, y del conocimiento de las leyes que gobiernan el océano. Leyes que por ejemplo implicaban someterse tan solo a una cierta jerarquía natural, y donde hasta los líderes entre los marineros se elegían por sufragio universal. Y lo que es más importante en Frankenstein, se admitía la resistencia, la huelga o el amotinamiento, en caso de que el capitán actuara despóticamente –maitre apres dieu-.
Esta tradición subversiva permanecía viva en la acción y en la memoria de los marinos de las generaciones siguientes, pero también a través de los relatos populares y la literatura de los siglos XVIII y XIX. Un buen ejemplo de ello, son los diversos pasajes con motines a bordo, que aparecen en varias obras posteriores de MS –Lodore, Perkin Warbeck, The Last Man-.
“..Inmediatamente activé la revuelta; destituí al encargado de la oficina de provisiones, asumí el cargo yo mismo y administré la justicia más imparcial. Hice que los veteranos pagaran su rancho, cosa que antes no habían hecho correctamente; Decidí una distribución equitativa de todos las comodidades de los cuales, los más jóvenes habían estado privados hasta entonces; y me halaga mucho haber restaurado, en cierta manera, la edad de oro en el puente de mando..”12
Tratando de avistar estas ideas desde la novela-barco que es Frankenstein, nos topamos con el capitán Robert Walton, al que sus marineros paran los pies con un motín; que se desencadena tras producirse la muerte por congelamiento de una parte de la tripulación.
Pese a la gravedad del conflicto a bordo, como solía suceder cuando la tripulación acordaba hacerse con el gobierno de la nave, el comportamiento de los marineros de Walton es modélico. Se gobernaban a si mismos. Actúan de forma consensuada y las peticiones discurren por cauces democráticos.
Aunque MS no se detiene en aportar demasiados detalle sobre la tripulación de Walton, parece evidente que le caen simpáticos por su manera de describir a quien encabezaba a los marineros, sin educación, pero generoso, integro y de gran coraje.
“..Obedience and Mutiny,
Like giants in contention planet-struck,
Stand gazing on each other.”13.
Si atendemos a los estudios sobre la hidrarquía que nos hablan de los barcos de aquella época, sabemos que la tripulación solía ser multiracial, con un lenguaje particular, el pidgin, y fuertes lazos de solidaridad que favorecían la auto-organización y las pautas de resistencia colectiva.
Pero lo más destacable, es que muchas veces estos marineros no embarcaban de forma voluntaria; como sucedía con aquellos captados por las bandas de enrolamiento en las ciudades portuarias inglesas, o con los que provenían de alguna Crimping Houses -Casas de Olas- donde se les encerraba como castigo, para luego ser embarcados a la fuerza en expediciones de riesgo como aquella.
“The master is a person of an excellent disposition, and is remarkable in the ship for his gentleness, and the mildness of his discipline. He is, indeed, of so amiable a nature, that he will not hunt (a favourite, and almost the only amusement here), because he cannot endure to spill blood.”14
La tripulación de Walton bien podría estar integrada por marineros de diferentes países que habían sido capturados por la armada británica durante las guerras revolucionarias. Así mismo, sabemos que el filibustero Haley reclutaba sus tripulaciones entre los marineros anglo-americanos que caían prisioneros tras ser atrapados sus barcos en aguas del Canal.
En esta línea, MS leyó también la novela de John Davis, Travels Of Four Years And a Half in the United States Of America, 1803. quien se había pasado años junto a los mejores navegantes de su tiempo, visitando las Indias orientales, luchando contra los corsarios franceses en el Canal y sufriendo un peligroso naufragio.
Miembro de la hermandad de la hidrarquía fue Thomas Potter Cooke [1786–1864], el actor que encarnó a la Criatura de Frankenstein en las primeras adaptaciones teatrales de la obra, tanto en la versión inglesa de 1823, como en la francesa estrenada en 1826. Potter había estado enrolado en la marina inglesa, participando en diferentes batallas contra corsarios franceses hasta 1802, cuando se pasó al teatro. De hecho, llegaría a participar en unas 130 representaciones del personaje hasta 1830.
Otro tanto sucedió con Charles Wollstonecraft, que se incorporó al ejército yanqui en 1798, alcanzando el grado de mayor tras intervenir en diferentes operaciones. Entre ellas, patrullar la frontera marítima con las posesiones españolas, interviniendo en actos de sabotaje y filibusterismo.
Así mismo, uno de los mejores amigos de Percy, Edward John Trelawny sirvió en la marina entre los doce y los diecinueve años, y era conocido luego por hacerse llamar capitán –aunque no lo era– y por inventar historias de escaramuzas en el mar con los piratas.
“Me hizo recordar cuántas veces los mismos accidentes han ocurrido a otros navegantes que se han atrevido con este mar, y, a mi pesar, me llenó de buenos augurios. Incluso los marineros sienten el poder de su elocuencia […] Estos sentimientos son transitorios; la larga espera de cada día los llena de miedo, y casi temo un motín causado por esta desesperación..”15
Teniendo en cuenta el marco histórico de la novela, en Frankenstein casi mejor hablaríamos de una República Marina al estilo de la ideada por un disidente político muy conocido en su tiempo, Thomas Spence [1750-1814]; quien como MW era miembro de la London Corresponding Society, y divulgador de las ideas de Thomas Paine. También PS se sintió atraído por sus ideas, y tras su muerte en 1814, colaboró en alguno de sus periódicos.




Nos referimos a su obra de 1794 The Marine Republic, que comenzaba con la muerte de un marino que legaba su barco a sus hijos, estipulando que debía ser propiedad común de ambos y redactando un documento de condiciones en forma de estatutos, como solían hacer los piratas. Tras cansarse del gobierno opresor británico decidieron poner rumbo a América, pero naufragaron cerca de una isla desierta donde fundaron la república soñada.
Allí no solo tenía cabida la idea de que tierra sería propiedad común, sino también el subsuelo, los ríos y los mares.Además, se garantizaba la igualdad entre sexos, y se fomentaba el pacifismo, el conocimiento científico y la libertad de pensamiento.
Entre la tempestad y el puerto, en Frankenstein se esconde una república marítima, cosmopolita y abierta regida por la Hidrarquía donde, como dijo Pompeyo, navegar era más necesario que vivir. Allí se mezclaban lo iniciático y lo épico de la aventura marinera, el idealismo nacido de la fraternidad y la igualdad, el fulgor de la violencia y la más cálida bondad.
“…I did not leave Norway without making some inquiries after the monsters said to have been seen in the northern sea; but though I conversed with several captains, I could not meet with one who had ever heard any traditional description of them, much less had any ocular demonstration of their existence. Till the fact be better ascertained, I should think the account of them ought to be torn out of our Geographical Grammars…”16



El mar como espacio de libertad, donde los tentáculos de los imperios aun no alcanzaban y el lugar desde donde emprender la revolución transatlántica. Una idea que nos remite por ejemplo al llamamiento que hizo el profeta Isaias …a los que navegáis por el mar, y todas las criaturas marinas, y también los que habitáis en las cistas y las islas.
Como ha señalado el antropólogo David Graeber, en el contexto del nacimiento del proletariado atlántico, y en especial en las comunidades fronterizas, se daban pautas de comportamiento similares a las de los barcos piratas, como espacios interculturales que acogían a libertos, lobos de mar, prostitutas de barco, comerciantes sin escrúpulos, y por supuesto renegadas o rebeldes como MW.
“El nerviosismo del público, de hecho, se parecía a un mar agitado; que, habiendo sido puesto en movimiento por un furioso tornado, se hincha gradualmente, hasta que todo el elemento, ola rodando sobre ola, exhibe una conmoción ilimitada. Todos los ojos estaban ahora abiertos, todos vieron la explosión que se acercaba; cuyos murmullos huecos habían inspirado un terror confuso durante algún tiempo atrás..”17
Todas ellas con una cosa en común, huir del dominio de algún imperio y cooperar para fundar una especie de república flotante -o ambulante- en alguna de las florecientes ciudades ..más allá del mar. Por descontado ofreciendo refugio a los exiliados políticos de todos los países. Exactamente lo mismo que hacen los Lacey acogiendo a Safie, cuyo padre estaba perseguido por motivos políticos no especificados.
En esta onda encontramos al girondino Jean-Augustin Pénières, que tras escapar al Terror jacobino y la dictadura napoleónica, se exilió en los EEUU en 1816, donde al poco de llegar reunió a unas decenas de colonos franceses para desplazarse a las riberas del Mississipi, donde montaron una pequeña ciudad utópica a la que llamaron Proscrípolis, y convivían en paz con los indios.
“..En civilizaciones sin barcos, los sueños se secan, el espionaje ocupa el lugar de la aventura, y la policía sustituye a los piratas”18
Si tuviéramos que concluir con una frase, escogeríamos a Georges Leclerc de Buffon, quien decía que el mar tenía sus límites y sus leyes, puesto que… ses mouvements sont assujetis.
NOTAS:
- 1SHELLEY, Mary: Frankenstein, or, The modern Prometheus. Londres, 1818, Tomo III, p. 95.
- 2WOLLSTONECRAFT, Mary: An historical and moral view of the origin and progress of the French Revolution and the effect it has produced in Europe. Londres, 1794, p. 369. También, Aberdam: Un frère de Mary Wollstonecraft en France?. Annales historiques de la Révolution française, 344, 2006, 199-206.
- 3HALEY, Nathan: Carta desde París, 2 de marzo de 1794, en Gazette of the United States 20-05-1794.
- 4PAINE, Thomas: Maritime Compact; or, an Association of Nations for the Protection of the Rights and Commerce of Nations that May be Neutral in Time of War. 1801, p. 18.
- 5HALEY, Nathan: Carta a Isaac Clafon, Dieppe 30 de abril de 1797, en Cobbet: Porcupine’s works. 1801, Vol. 7, p. 63-64. Ver, Gallois: Les corsaires français sous la République et l’Empire. Tomo II. Imprim. de Julien, Le Mans, 1847. También, Gazette of the United States 23-04, 13-10-1794.
- 6WOLLSTONECRAFT, Mary: Letters written during a short residence in Sweden, Norway and Denmark. Londres, 1796, p. 19.
- 7SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo III, p. 165.
- 8WOLLSTONECRAFT, Mary: Carta a Ruth Barlow, Le Havre, 27 de abril de 1794. También, Nyström: Mary Wollstonecraft’s Scandinavian Journey, Acts of the Royal Society of Arts and Letters of Gothenburg, Humaniora 17, 1980.
- 9SHELLEY, Mary: Lodore, or The Beautiful Widow. New York, 1835, p. 202. También, Heinse: Ardinghello et les îles de la félicité, histoire italienne du seizième siècle. París, 1799, p. 313.
- 10BYRON, George: Childe Harold’s Pilgrimage, segundo Canto. También, Linebaugh-Rediker: La Hidra de la Revolución: Marineros, esclavos y comuneros en la historia oculta de Atlántico. Traficantes de Sueños, Madrid, 2022, pp. 218-244.
- 11WOLLSTONECRAFT, Mary: A Vindication of the Rights of Woman, with strictures on political and moral subjects. Londres, 1792, p. 18.
- 12SHELLEY, Mary: Lodore. Ob. Cit, p. 40.
- 13SHELLEY, Percy: Hellas, 1821. Trabajadores portuarios y marineros asumieron la dirección de las multitudes de Londres que abrieron la crisis revolucionaria [1640-1641], y décadas después, las sucesión de motines navales y la piratería hicieron tambalearse el tráfico de esclavos [1716-1726].
- 14SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo I, p. 14.
- 15SHELLEY, Mary: Frankenstein. Ob. Cit, Tomo III, p. 165. En 1817, MS leyó Citizen of the World, de Oliver Goldsmith, 1762, donde se hacía una crítica al nacionalismo y un alegato cosmopolita, presentando personajes como un marinero con pata de palo, o un soldado que tras ser movilizado a la fuerza, padecía múltiples vicisitudes y se convertía finalmente en un ciudadano del mundo. También, Linebaugh-Rediker: La Hidra de la Revolución. Ob . Cit, pp. 203-218.
- 16WOLLSTONECRAFT, Mary: Letters written during a short residence. Ob. Cit, pp. 176-77.
- 17WOLLSTONECRAFT, Mary: An historical and moral view. Ob. Cit, p. 155.
- 18FOUCAULT: Of Other Spaces. Utopias and Heterotopias. Diacritics, Primavera 1986, pp 22-27. También, Graeber: Nunca ha existido Occidente ó la democracia emerge de los espacios intermedios; en VVAA: Anarquismo y antropología. La Malatesta, 2008, p. 89.





